>> Nuestros Legionarios
CABO 1º D . JOSÉ ANTONIO FERREIRA RAMOS
P O R L A 2 ª C I A ¡ ¡ H A S T A L A M U ERTE! !
Allá por el año 1993, después de haber cumplido el servicio
militar, tomé una decisión que cambiaría mi vida: seguir el
camino de la milicia alistándome a La Legión.
Transcurrieron los meses y por fin La Legión me llamó a filas.
Un 5 de enero vísperas de Reyes de 1994, a la edad de 20
años, emprendí lo que sería después una vida de emociones,
tristezas y alegrías. El destino quiso que fuera destinado al
Tercio Alejandro Farnesio 4º de La Legión. Comencé un viaje
que, desde el primer minuto, fue una aventura.
Cogí el tren en Ponferrada, comarca del Bierzo, acompañado
de un paisano amigo mío, que también quería probar la vida
legionaria. Tras un viaje accidentado, sufriendo avería el tren
a la altura de Madrid, al fin llegamos a nuestro destino, Ronda.
Allí nos esperaban los camiones del Tercio, con una comitiva
de bienvenida, de lo cual, lo que más me llamó la atención
fueron dos militares muy grandes, parecían las torres gemelas.
Eran legionarios: el sargento 1º César y el cabo Raimond.
Desde el primer minuto que cruzamos la barrera, se palpaba
una manera diferente de vivir y ver las cosas a las que yo no
acostumbraba. Las primeras indicaciones fueron recoger el
petate con la ropa legionaria. Tuve así la suerte de conocer
a un cabo 1º, un tal Weka, en el cual no pude evitar fijarme,
porque era muy gracioso para lo visto hasta el momento. Hoy
día puedo considerarlo gran amigo mío.
Nos alojaron en unos barracones de chapa donde hacia más
frío que en un congelador del Mercadona. Fueron dos meses
duros e intensos de instrucción, marcialidad e historia legionaria
(vamos, de sudor y esfuerzo). Durante este periodo aprendí los
valores más importantes de esta unidad: disciplina, sacrificio,
lealtad, amistad, compañerismo y, por encima de todo, el amor
por nuestra Enseña Nacional y lo que ello representa.
Tras pasar aquellos meses de adiestramiento, nos encuadraron
en las compañías de la X Bandera, el azar me hizo pasar a
formar parte de la gloriosa 2ª Compañía, al mando del capitán
Demetrio, donde realmente comenzó toda mi aventura.
Me mandaron a la 2ª Sección de Fusiles, en la cual serví 9
años, mandada por aquel entonces, por el teniente Gamboa.
Fui encuadrado en el primer pelotón, al mando del sargento
Bilbao y coincidiendo con mandos tan singulares como el cabo
Chiclana y el caballero legionario de 1ª Fernández.
El detalle que más llamó mi atención, aparte de la marcialidad
y disciplina que veía en la CIA, fueron los legionarios más
antiguos que allí servían: gente muy peculiar de la que pude
aprender la vida legionaria y de los que aún guardo grandes
recuerdos. El cabo Burtas, apodado El Chipriota, era el furriel.
Sin palabras, sabía hacerse entender para que cumpliésemos
los cometidos. El cabo 1º Altino, gran ejemplo de militar, que
de aquella tenía unos 40 años y había estado en los comandos
portugueses, combatiendo en Angola. El cabo 1º Mas, algo
chulesco y muy legionario en sus costumbres. Vivía muy
intensamente el día a día de La Legión y le caracterizaba la
inventiva pasando lista de ordenanza: nadie se libraba de ser
bautizado con un nombre de guerra, como él decía. Yo no fui
menos: fui apodado Pachy. Podría haber sido otro cualquiera,
pero me tocó ese, y hoy en día todo el mundo me conoce como
el cabo 1º Pachy más que por mi apellido. El cabo Santacruz,
más conocido como Camarón, era el típico gaditano con mucho
arte vacilón. No puedo olvidarme tampoco del legionario Gil, el
más antiguo y conocido por Chiconen.
Por aquella época, la vida cuartelera hacía que el compañerismo
y la amistad sobresaliese en el día a día. Hice grandes amigos
que hoy en día tengo la fortuna de conservar. El ritmo por aquel
entonces era frenético: aparte de la instrucción, las teóricas
y la educación física, no parábamos de hacer instrucción
nocturna, marchas y, sobre todo, muchas maniobras, «de
todos los colores». Pero eso era la vida legionaria y a lo que
había venido.
En agosto de 1994, gracias a la confianza del mando, fui
nombrado caballero legionario de 1ª. Un honor, pero también
todo un reto, ya que tendría que hacerme respetar y aprender
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