TEMAS GENERALES
En el caos de los primeros meses de 1808, Valdés eligió la desobediencia
cuando se le ordenó llevar a Tolón la escuadra de Cartagena y, pretextando
todo tipo de dificultades, la dejó en las islas Baleares, salvándola así de caer
en manos francesas. Eligió apoyar la causa del pueblo español cuando este se
levantó contra los franceses (12). Buscando ponerse al costado de un enemigo
cuando España ya no disponía de Armada con la que combatir, eligió incorpo-rarse
al Ejército y pelear en tierra a las órdenes del general Blake, resultando
gravemente herido en la batalla de Espinosa de los Monteros. Ascendido a
teniente general por sus méritos en el Ejército del Norte y nombrado goberna-dor
de Cádiz, se encontró sin haberlo buscado en el centro del debate político
del momento. Valdés eligió entonces la defensa del constitucionalismo, que él
entendía como la continuación natural de la ilustración, incurriendo así en
el desagrado de Fernando VII quien, cuando recuperó el trono, ordenó su
confinamiento en Alicante. Eligió Valdés entonces ser leal a su rey, a pesar del
injusto trato recibido, y como un caballero leal se comportó en su prolongado
destierro (13).
Devuelto el favor real en el trienio liberal, recompensado al fin por sus
notables servicios (14) y encumbrado a puestos de la más alta responsabilidad,
Valdés eligió seguir sirviendo a su patria y a su rey desde el Ministerio de la
Guerra, que ejerció durante unos pocos meses, y desde las propias Cortes, de
las que fue diputado. Cuando los Cien Mil Hijos de San Luis entraron en
España para restablecer el absolutismo, eligió aceptar el riesgo de integrarse
en una efímera regencia (15) creada para obligar a Fernando VII a desplazarse
a Cádiz huyendo de las tropas francesas. Allí el marino intentó sin éxito orga-nizar
la resistencia. Derrotado y condenado a muerte por su rey, Valdés eligió
a disgusto el exilio en Londres y, una vez allí, eligió vivir su destierro con
dignidad. Nunca quiso involucrarse en las conspiraciones disparatadas de
algunos de sus compañeros de infortunio, ni rebajarse a pedir perdón sin haber
cometido, a su juicio, delito o falta alguna que manchase su honor.
Muerto Fernando VII, y bajo la regencia de María Cristina de Borbón,
Valdés no solo fue autorizado a regresar a España sino que fue nombrado
(12) No todos hicieron lo mismo. Mazarredo, quizá el más prestigioso marino del momen-to,
aceptó dirigir la Armada para el rey José, probablemente más influido por la desconfianza
hacia la familia de Carlos IV y sobre todo por los manejos de Godoy, su valido, que por sincero
afecto a los Bonaparte.
(13) La Armada conserva en el Viso documentación que da fe de las reiteradas muestras de
la lealtad que Valdés dio al rey, recibidas por este con desdén hasta que la revolución liberal
de 1820 le obligó a tomar otro partido.
(14) Sus biógrafos, Micaela Valdés y Ozores y Xavier Reyes Matheus, fechan la concesión
de la Gran Cruz de San Fernando, tan merecida por su actuación en la Guerra de la Independen-cia,
el 28 de marzo de 1820, en Cayetano Valdés y Flórez, un marino en la historia de España.
Entre la ilustración y el liberalismo.
(15) Junto a otro marino ilustrado, Gabriel Císcar, y el general Gaspar de Vigodet.
466 Abril