NUESTROS LEGIONARIOS
mientras con voz dulce y melosa les dije -¡Levantaos, coño!
Seguramente me puse blanco (no disponía de espejo en
tan idílico momento), al ver que el cabo de aquella patrulla
(armario empotrao donde los hubiese), de forma brusca y
con los ojos rojos se puso firme delante de mí y, viendo mi
empleo y comprendiendo que estaba de servicio, mantuvo la
compostura y sacó a todo su pelotón fuera de la camareta.
Acababa de contemplar el temperamento legionario y, por
supuesto, el espíritu de disciplina. ¡Faltaría más! En aquellos
años, de lunes a viernes, todas las unidades de BRILEG
formaban en el patio de armas «arropando» el izado de
nuestra amada Enseña Nacional. La primera vez que vi in situ
desfilar a los guiones y banderines a su puesto en formación,
sentí un «megamix» de sentimientos encontrados. A priori,
el paso legionario (160 pasos por minuto), me pareció
hasta cómico. Era como ver un acto tan solemne y serio a
cámara rápida. Se me quitaron esas tonterías de la cabeza
con los primeros ensayos de cara al inminente desfile por el
Aniversario Fundacional.
Cuando en aquellos días inauguraron las casetas, una semana
antes del 20 de Septiembre, no me lo podía creer. ¿Dónde me
había metido? ¡Había un toro mecánico y un ring de boxeo
infantil en la del Grupo Logístico! El ambiente era jovial a más
no poder.
Llegado el día del acto principal y tras horas de desfile en días
previos, mis nervios estaban a flor de piel. Aquel 20-S cayó en
sábado. Las tribunas estaban a rebosar de gente: autoridades
civiles y militares, amigos y familiares… Las dos horas de acto
se me hicieron cortísimas.
Una vez pasados aquellos días de júbilo y celebración, no hubo
tregua. Aunque fuese domingo al día siguiente del acto, damas
y caballeros legionarios vinieron para desmontar casetas,
tribunas, etc. ¡A funcionar a tope!, como no podía ser de otra
manera.
Yo había «caído» en la Compañía de Abastecimiento, donde
permanecí hasta el año 2016, entonces estaba al mando
del capitán Eleuterio Fiego y, aunque ya había hecho unas
maniobras tipo alfa con mi unidad en Jerez del Marquesado
(Granada), en octubre me encomendaron ir agregado con
la 8ª Compañía de la VIII Bandera del Tercio 3º a Chinchilla
(Albacete), al mando de una pequeña Unidad de Apoyo
Logístico (UAL). En aquel entonces, de primeras, aquello me
parecía «un mundo». Me iba con los «pata negra» y nada
más ni menos que con la 8ª Compañía, al mando del icónico y
singular capitán Juan Asensi Velasco «el Cachorro». A mí y a mi
equipo nos resultaron unas maniobras laboriosas pero a su vez
muy fáciles porque fue todo un placer trabajar con ellos. Con
apenas más de un mes en La Legión ya me sentía integrado,
aunque me quedaba mucho camino por delante aun.
Imborrables mis primeros compañeros y jefes, no puedo
nombrar a todos aquellos con los que, a lo largo de estos 24
años, he compartido vicisitudes pero, si memorables fueron
compañeros y superiores, no quedan en el olvido las damas
y caballeros legionarios que han estado a mi lado. Me siento
muy agradecido con todos y cada uno de ellos.
Hoy miro a La Legión con otros ojos, en absoluto es peor a
aquella de hace 25 años. Como dije al comienzo, esta fuerza,
este cuerpo, sabe adaptarse a cada época con la mirada puesta
en el futuro. Es todo un honor y un orgullo servir entre sus filas
con pleno convencimiento de su inmortal Credo Legionario.
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