NUESTROS LEGIONARIOS
CABO MAYOR JOSÉ Ma SANTANDER GARCÍA
¡ T Ú E N M I « U I L »
I B A S A F L I P A R !
Ojos brillosos, escalofríos entumecedores, incertidumbre…
Agridulce despedida en el andén de la estación del Portillo.
Eran las 09:45 de la mañana de un ansiado 19 de mayo de
1996. Inquietantes minutos previos a la llegada del tren rumbo
a Madrid, puente a la nueva vida y a una nueva familia, La
Legión.
Luego, estación de Almería, serían las 11 de la noche o eso
creía, puesto que decían que llegábamos con retraso. Todos
dispersos por el andén buscando algo o alguien que nos dijera
hacia dónde ir.
Cuando oposité, no podría imaginar qué regalo tan enorme me
iba deparar la vida, la UT2 LEG, la que hoy día es la Compañía
de Transmisiones de La Legión.
Una voz desagradable gritando, llamando a la gente joven,
«¿Vais al Campamento?», «¡Creo que sí!»; Ni idea, ando como
un borrego más, donde va el grupo, subido en un autobús de
los años 70 y con el nombre en una lista. Pues sí, ahí tenía
que ir. Después de una niebla densa y un tramo casi desértico,
fin del trayecto. Arriba se divisaba una tenue luz, personal
excitado con uniforme verde al vernos bajar del autobús. «¿Por
qué gritan?”
«¡Bienvenidos a casa!»- decían. Nuestra vida pasaba a ser de
ellos y todos querían un trozo, puesto que todos nos tuteaban y
parecían saber de dónde veníamos y quiénes éramos; aunque
la verdad, no importaba nuestra vida anterior.
Ojiplático, sin perder detalle, cansado pero activo, silencioso,
sin llamar la atención, paseaba con la manada de hombres
nómadas hacia donde pasaría mi primera noche de estancia
en un cuartel, base, campamento, no lo sabía.
Ahí quieto, expectante a ser llamado, «¿dónde dicen que me
darán un juego de cama?».
Extraordinaria, impactante belleza descomunal que me
esperaba con sus brazos abiertos al entrar en la Compañía
de Defensa Contra Carro (DCC). Intento recordar otra igual
impresión: esa Bandera que se descolgaba desde el techo
y que sería mi primer lazo estrecho, hasta el día que me
muera, siendo fiel al juramento que firmaría un 13 de julio,
con la Jura de Bandera. Primera noche entre sueños y ruidos
varios, abrazado a una ilusión, ser digno aspirante a caballero
legionario.
Como todo tiene su inicio, pasamos a ser «esquilados». Ver
esas greñas caer, acompañadas de carcajadas y animados
soldados de reemplazo que practicaban con nuestras cabezas,
eligiendo a quién se ponía en sus manos, contrastaba con la
mirada cabizbaja del recién pelado. Es cierto que me sumaba
al expectante caer de greñas de mis gallegos, Mata y Millares,
para luego comprobar que mi cabeza se quedaba pequeña al
lado de las suyas, aun sabiendo que los maños, no carecemos
de ella.
No era fácil hacer todo a la carrera. Hoy en día, piensas el
sentido que tenía tal presión y contrasta con la actualidad;
aprecias de qué pasta estamos hechos. Éramos capaces de
ducharnos 3 ó 4 hombres en 1 minuto, en un mismo agujero,
en unas duchas controladas por el cabo Dadi y salir a la carrera
con el primer pantalón y toalla que pillabas.
Capaces de aprovechar la ocasión que nos brindada el toque
de fajina, de poder llevarte ese quinto de cerveza en la línea
del rancho, tras una hora formado para entrar en el comedor,
sin quitar ojo al expectante cabo de línea, que acechaba para
seguir abultando su remanente, que nunca era pequeño.
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