PRESENTACIONES Y DESPEDIDAS
C R I A D O E N
U N C U A R T E L
L E G I O N A R I O
Teniente reservista Francisco Javier Cruz Moro
Tercio 2º
Previo al pase a la situación de reservista de alta
disponibilidad, se me solicitó un artículo sobre mis
impresiones, ceñido a mi pertenencia a La Legión.
Elecciones personales aparte, la experiencia ha sido
altamente positiva, pudiendo culminar los sueños de
un niño criado, literalmente, en un cuartel legionario.
Mis primeros recuerdos son del Sahara español, del
Aaioun, dónde mi padre estaba destinado en el Tercio
3º, lugar donde se empezó a fraguar mi reverencial
amor incondicional hacia La Legión porque, en mi
opinión, a La Legión se le quiere como se ama a una
mujer, porque hay muchas, pero esta es la tuya y
para ti, la mejor.
Me hice mayor en Fuerteventura donde el Tercio
nómada, el 3º, desarrollaba su labor de instrucción
y adiestramiento, entre el ostracismo de una
probable disolución y la fidelidad que le profesaban
sus hombres. Pero no solo sus hombres, aquella
guarnición en una isla paradisiaca para unos, cárcel
para otros, era vivida por las familias como un destino
común con los Legionarios, no era un trabajo, era un
estilo de vida.
El tiempo pasa y te lleva por derroteros dispares
y, cuando tuve la oportunidad, no dudé en solicitar
la única vacante en La Legión que, por número de
promoción, pude conseguir. Aquellos recuerdos de
mi infancia, marcaron para siempre que quisiera ser
Infante para ser legionario y acercarme a ese modelo
de soldado que tenía en mi mente. Pienso que ni en
siete vidas -como si fuera un gato-, podría devolverle
a La Legión el honor, satisfacción y realización
personal que me ha procurado pertenecer a ella.
El seguir preparándome para el regreso a la vida
civil, ha sido más fácil por los valores aprendidos en
mi familia y reforzados por mi paso por mi querido
Tercio 2º, Cuna de La Legión.
El recuerdo hacia mi abuelo materno, cabo 1º en las
IV, V, y VII Banderas; mi tío, el brigada Francisco
Fadrique Castromonte y fundamentalmente mi padre,
el comandante Antonio Cruz Martínez junto a los casi
20 miembros de mi familia que han tenido el honor de
lucir la verde camisa legionaria.
Doy las gracias al santísimo Cristo de la Buena
Muerte, nuestro Señor, por haberme dado la salud
suficiente para disfrutar del mando directo en una
compañía hasta el fin de mis días operativos, en
el que he podido realizar aquel dicho de padre,
«el auténtico líder busca merecer el saludo de sus
legionarios».
En breve, trataré de no olvidar que, haga lo que
haga, siempre llevaré al Tercio en lo más profundo
de mi alma, con el privilegio de saber que, el último
beso en activo que dé a la Enseña Nacional, será a
la Bandera de Combate del Tercio 2º, despidiéndome
de ella como buen hijo de la madre que ya no tengo.
¡VIVA ESPAÑA, VIVA EL REY Y VIVA LA LEGIÓN!
I-558 47