ATLATEN
PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Melilla, 5 de octubre de 1921
ATLATEN
«Son las 5 de la madrugada, me encuentro con los legionarios
de la II bandera del Tercio en las lomas de Ulad Daud. Aún
al abrigo de la noche; la 5ª Compañía, al mando del teniente
Ochoa y este corresponsal; se preparan para la marcha.
Objetivo: la meseta de Atlaten. Apenas hemos dormido. Es una
misión de gran importancia y mi amigo Ochoa, al que algunos
podrían calificar de bisoño, no ha dejado de estudiar durante
la noche los mapas de la zona; su entrega y determinación
lo han hecho ser popular y querido por sus hombres. Atlaten
y su fortín están en manos rifeñas; conquistada esta peña
podremos flanquear el Gurugú, silenciar la artillería que
bombardea la plaza y dar un gran paso hacia la reconquista
de los territorios perdidos. Al ser amigo personal del oficial,
me han permitido acompañarles. El joven linarense, que el
próximo febrero cumplirá 26 años, provenía del Ceriñola 42;
ascendido a teniente y aprobada su solicitud de ingreso en el
Tercio viajó a Linares para visitar a sus padres, y en el tren de
regreso a Málaga para coger un vapor hasta Marruecos, nos
conocimos. Esto ocurrió meses antes de los terribles sucesos
de Igueriben de los que fui testigo directo; mucho hemos
cambiado los dos desde aquel encuentro, pero permanece
intacta nuestra amistad.
Se da la orden de avanzar y el Tercio la cumple; se escuchan
los últimos chascarrillos y risas forzadas, que dejan paso a los
chasquidos metálicos de los cerrojos de los fusiles y al sonido
de cientos de alpargatas que caminan. Tras el bombardeo
de la artillería, con el fin de facilitar el avance, caminamos a
través del intrincado laberinto de huertas y caseríos del valle
del Segangan, no será un paseo militar y pronto comienza a
escucharse el paqueo rifeño. El enemigo se ha organizado
en gran número y parapetado en los muretes que delimitan
las huertas, ocultos los francotiradores en las plantaciones
de chumberas y en las irregularidades del terreno, provocan
las primeras bajas españolas. Avanzamos metro a metro a
costa de sangre, adelante siempre adelante, buscando al
enemigo. Camino a escasos metros del teniente Ochoa que,
pistola en mano, va en vanguardia tan sólo adelantado por la
escuadra de reconocimiento. La resistencia tenaz y violenta
de los rifeños es vencida por el valor y la determinación de
los legionarios. En una casa se ha hecho fuerte un grupo
de enemigos que se niegan a rendirse; provocan algunas
bajas pero finalmente son abatidos siendo despojados de
armamento y munición. El enemigo no pide clemencia y no se
le da. La lucha llega al cuerpo a cuerpo en algunos lugares,
haciéndose uso del arma blanca que pronto se tiñe de rojo. El
bombardeo continúa abriéndonos paso y al amanecer llega la
aviación para colaborar en ese trabajo; el calor aprieta; desde
lo de Igueriben reconozco que apenas aguanto más de una
hora sin beber agua, pero los del Tercio no descansan, no dan
muestras de agotamiento y el avance continúa. Llegamos a las
estribaciones del collado de Atlaten, nuestro primer objetivo
en la conquista. Tras superar el collado llegaremos a la peña
donde el enemigo está parapetado en las que fueron nuestras
defensas. El teniente Ochoa estudia la situación; delante de
nosotros, tras los últimos parapetos que ahora nos sirven
de protección, hay un nido de ametralladoras manejadas
por la harka. Algunos valientes legionarios han intentado
silenciarlas con granadas pero hay demasiado campo abierto
hasta su objetivo y han perecido en el intento. Son las 9 de
la mañana y tras 4 horas de duro combate aún queda lo más
difícil. Se bombardea la zona pero vemos cómo acuden los
harkeños a la defensa del collado, lo que nos hace pensar
que ellos saben que es un punto estratégico para nosotros.
Y no se equivocan. Los pelotones se preparan para el asalto
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