Pastor-Álvarez A., Molero-Alonso F., Moriano-León J.A.
máticos como sufrir ataques, ver a compañeros heridos o muertos,
o llegar a tener que manejar cadáveres o cuerpos mutilados4. La
exposición a este tipo de experiencias de combate se ha relacionado
con problemas de salud mental y desafíos relacionados tras los des-pliegues5,
manteniendo una relación estrecha con los síntomas del
TEPT y la depresión6,7, así como con comportamientos de riesgo8
como el abuso de alcohol9. Además, la exposición al combate se
asocia con un aumento de los síntomas somáticos, que pueden
pasar más desapercibidos por parte de los servicios de salud mental,
como pueden ser el dolor de estómago, dolor de cabeza, problemas
de espalda o dolores musculoesqueléticos o náuseas10.
Pero más allá de las patologías clínicas específicas del ámbito de
la salud, los despliegues militares afectan al estado emocional y bien-estar
de los soldados en relación con su entorno familiar y/o social.
Las misiones internacionales provocan una tensión considerable en
las familias militares. El aumento de las ausencias y la repetición de
despliegues en determinados periodos de tiempo pueden aumentar la
probabilidad de que aparezcan eventos familiares estresantes11, lo que
puede provocar una vulnerabilidad en la estabilidad emocional del
personal desplegado, y lo que es peor, dar lugar a situaciones de rup-tura
y conflicto, como el divorcio, durante el desarrollo o finalización
de la misión. En el ámbito puramente laboral también encontramos
estresores que pueden incidir en el agravamiento o mitigación de la
situación de bienestar del personal. El riesgo de no estar en condi-ciones
de cumplir con las misiones establecidas, o que los problemas
de adaptación puedan conllevar consecuencias laborales, suponen
una de las principales preocupaciones que en el medio o largo plazo
generan una angustia añadida en el personal que comienza a padecer
problemas de tipo psicológico. Como ejemplo encontramos el caso
de las Fuerzas Armadas Españolas en Herat (Afganistán)12, donde
un 19,08% del personal al que se le prestó atención en el Gabinete
de Psicología del ROLE-2, requirió su repatriación o adelanto de su
regreso a territorio nacional, habiendo sido los trastornos de ansie-dad
y adaptativos los diagnosticados con más frecuencia.
Por lo tanto, debemos tener presente que la preservación de la
salud mental y del estado emocional del personal desplegado debe
de tener un papel protagonista en todas las fases del planeamiento
y ejecución de las operaciones militares. La cantidad y variabilidad
de vicisitudes psicológicas y sociales que rodean a este personal,
tanto en el transcurso de las misiones, como en la readaptación a
Territorio Nacional (TN) producen una serie efectos psicológicos
que pueden persistir durante un prolongado periodo de tiempo
tras el regreso a casa13,14. Además, se debe tener en cuenta que la
sintomatología puede ser demorada y tardar en aparecer tiempo
después de haber finalizado la operación en el exterior15,16,17.
Existe un cierto acuerdo entre los expertos sobre que los des-pliegues
militares per se pueden afectar a la salud y al estado emo-cional
de los soldados18,19, incluso en aquellas operaciones donde
el nivel de intensidad y estrés, así como el posible impacto psicoló-gico,
sea leve o moderado20. Por lo tanto, es importante desarrollar
investigaciones que ayuden a determinar qué variables son inhe-rentes
al desarrollo de desajustes psicopatológicos en ambientes
militares operativos, así como qué factores de protección pueden
amortiguar o mitigar los efectos de una exposición prolongada
al estrés operacional propio de las misiones internacionales. En
los últimos años, sobre todo a raíz de la aparición del programa
Comprehensive Soldier and Family Fitness (CSF2)21 del Ejército
Estadounidense, se ha comenzado a estudiar y a promover el
74 Sanid. mil. 2021; 77 (2)
papel de la resiliencia como factor clave en la preservación y ajuste
psicológico del personal. Dicho programa plantea un enfoque
proactivo de prevención primaria en cuanto al estado emocional
de los soldados; así como una orientación más reactiva, basada
más en modelos de prevención secundaria y/o terciaria, hacia los
problemas aparecidos como consecuencia de los despliegues en
el exterior. La resiliencia es considerada una característica indi-vidual
y un proceso22, donde la historia personal, las estrategias
de evaluación y afrontamiento, el apoyo social, la cohesión gru-pal
y las cualidades del líder son aspectos importantes23,24. Es en
este último aspecto, el liderazgo, en el que nos queremos centrar
en nuestro estudio, ya que las conductas de los líderes juegan un
importante papel, ya sea amortiguando o potenciando los efectos
de los diferentes estresores sobre el bienestar de los empleados25.
Los jefes, cuando ejercen como figuras de liderazgo, juegan un rol
fundamental pudiendo influir tanto en las conductas de salud de las
organizaciones, como en las de los subordinados26. Las acciones posi-tivas
de los líderes pueden mejorar el ambiente laboral, y tener una
influencia directa y positiva tanto en la satisfacción como en la impli-cación
de los trabajadores, afectando directamente a su rendimiento y
compromiso con la organización27. Por el contrario, los líderes negati-vos
o tóxicos suelen dar mal ejemplo, creando un contexto en el que los
miembros del grupo son menos compañeros entre sí. Como resultado
de la disminución de la cohesión de la unidad, los individuos ven dete-rioradas
sus actitudes hacia el servicio, lo que redunda en una menor
satisfacción y compromiso28. Las consecuencias negativas a nivel psi-cológico,
para aquellos que sufren en su día a día un tipo de liderazgo
destructivo (por ejemplo, supervisión tóxica, abusiva, pequeña tiranía)
son de gran alcance, significándose en un mayor nivel de estrés, posible
abuso de alcohol y baja autoestima, en general29,30. Desafortunada-mente,
el impacto de los líderes tóxicos no se detiene en el individuo28,
ya que también puede afectar de manera significativa a las relaciones
personales del personal que lo sufre, incidiendo negativamente en las
relaciones de pareja31, lo que genera un incremento de conflicto en el
eje familia-trabajo32, que en el medio-largo plazo generará una carga
de estrés que irá en detrimento de los recursos del personal, más aún
cuando se encuentren desplegados en misiones de paz o de combate.
Podemos considerar entonces al liderazgo como una variable
fundamental en la gestión del estrés del personal desplegado, ya sea
como factor de protección, o como causa principal de éste27. La
potenciación de los factores de liderazgo positivos tendrá un efecto
beneficioso sobre el rendimiento, la eficacia, el bienestar, la satis-facción,
la salud o la moral de los soldados. Los líderes están en
una posición única para dar forma a las experiencias estresantes
que los miembros del grupo entienden. El líder que, a través del
ejemplo y la discusión, realiza una reconstrucción positiva de las
experiencias estresantes compartidas, puede ejercer una influencia
en todo el grupo en la dirección de su interpretación de la expe-riencia33.
Se ha demostrado que el liderazgo puede amortiguar el
impacto de la exposición al combate, al predecir los síntomas de
estrés agudo; de modo que el liderazgo positivo reduciría el impacto
del combate sobre el estrés agudo en comparación con el de tipo
negativo34,35. De hecho, existe evidencia sobre el efecto que determi-nados
tipos de liderazgo, como el liderazgo auténtico, se relacionan
con un aumento de la moral personal del personal desplegado, de
la moral de la unidad, de su cohesión, y en definitiva, de su pre-paración
para el combate36. El liderazgo auténtico, a través de sus
cuatro dimensiones fundamentales: procesamiento equilibrado,