70 Sanid. mil. 2021; 77 (2)
EDITORIAL
baja, no está claro cómo el mundo afrontará este problema de
salud mental que se avecina. La pandemia de COVID-19 ha inte-rrumpido
o detenido los servicios críticos de salud mental en el
93% de los países de todo el mundo, mientras que su demanda
está aumentando. Años de escasas inversiones en salud mental,
especialmente en países de ingresos bajos y medios, nos han
dejado vulnerables.
Para paliar e intentar superar las interrupciones de los servi-cios
asistenciales cara a cara, un alto porcentaje de países (70%)
adoptaron la telemedicina o la teleterapia; sin embargo, existen
importantes disparidades en la aceptación de estas intervencio-nes
terapéuticas. Más del 80% de los países de ingresos altos
informaron haber implementado la telemedicina y la teleterapia
para cerrar las brechas en salud mental, en comparación con
menos del 50% de los países de ingresos bajos.
La pandemia ha dado ocasión para que los estudiosos de
los diferentes países investiguen sobre estos problemas psico-lógicos,
con factores de riesgo muy similares en todos ellos a
pesar de las diferentes idiosincrasias. Se cuentan por cientos las
entradas en la web of science al buscar las publicaciones sobre
los efectos de la pandemia en la salud mental, tanto sobre la
población general como sobre los sanitarios en particular, pero
si se acota la búsqueda limitándola a revisiones sistemáticas y/o
meta análisis el resultado, como es obvio, disminuye de forma
considerable. Las metodologías de las investigaciones difieren de
forma considerable entre ellas: población objeto de estudio, ins-trumentos
de medida aplicados, ventana temporal de la recogida
de datos, etc. De hecho se encuentran gran variabilidad en las
prevalencias8 de los problemas psíquicos detectados, analizando
los datos de China, España, Italia, Irán, Estados Unidos, Tur-quía,
Nepal y Dinamarca. Los síntomas de ansiedad (6,33% al
50,9%), depresión (14,6% al 48,3%), estrés postraumático (7% al
53,8%), malestar psicológico (34,43% al 38%) o estrés (8,1% al
81,9%). Sin embargo, son comunes para todos ellos los factores
de riesgo: ser mujer, joven (≤40 años de edad), presencia de enfer-medades
crónicas y enfermedades psíquicas, estar en paro, ser
estudiante y exponerse frecuente a las noticias concernientes a la
COVID-19 en los diferentes medios de comunicación.
Por citar algunas de las investigaciones más cercanas a nues-tro
entorno, en España, un estudio9 realizado durante las prime-ras
etapas de la pandemia sobre una muestra de más de tres mil
adultos recoge que, para la gran mayoría, había tenido un gran
impacto en su vida diaria, incluyendo cambios en sus rutinas
diarias y la cancelación de actividades importantes. Aproxima-damente
el 36% de los encuestados informaron de un impacto
psicológico de moderado a severo, el 25% mostró niveles severos
de ansiedad, el 41% informó de síntomas depresivos y el 41%
se sintió estresado. Especialmente afectados se habían visto las
mujeres, los jóvenes y aquéllos que perdieron su trabajo durante
la crisis. La preocupación mayor de los encuestados era la proba-bilidad
de sufrir una crisis económica derivada de la pandemia.
Como factores positivos, se encontraron el estar satisfecho con
la información recibida, la realización de actividades de ocio y la
percepción de sentirse sano.
Otro interesante estudio longitudinal realizado igualmente en
población española10 tras un año de convivencia con la COVID-
19, compara los resultados de las cuatro oleadas habidas hasta
el momento. Un 40% de la muestra reveló haber tenido algún
problema de salud mental desde el inicio de la pandemia, de los
cuales el 23,4% señala haber recibido algún tipo de tratamiento.
En general, en la cuarta oleada se observa un aumento signi-ficativo
en la sintomatología depresiva, de ansiedad, de estrés
postraumático, de síntomas somáticos y en la aparición de un
ataque de pánico, pareciendo indicar una situación de desgaste
y de indefensión de la población española al enfrentarse a una
cantidad elevada de sucesos estresantes durante un tiempo pro-longado
(12 meses), cuyo final es indefinido y difícil de controlar.
El género femenino sigue mostrando ligera mayor sintomatolo-gía
en casi todas las áreas (ansiedad, depresión, estrés postrau-mático
y síntomas somáticos). Las personas más jóvenes (18-30
años) siguen mostrando una mayor sintomatología depresiva y
de ansiedad en comparación con el resto de los grupos, excepto
para el estrés postraumático y los síntomas somáticos donde no
se encuentran diferencias.
En definitiva determinan que la población española está
sufriendo un desgaste psicológico derivado de la vivencia de
importantes sucesos vitales estresantes y estamos lejos aún de
una recuperación psicológica total, ya que a los 12 meses la
situación ha empeorado considerablemente y es previsiblemente
que siga empeorando hasta que no se llegue a la inmunidad de
rebaño y a la progresiva recuperación de la actividad económica.
En Francia, un estudio publicado en marzo de 202111 mues-tra
los efectos de los confinamientos sobre la salud mental. Una
persona de cada siete ha presentado un síndrome depresivo
como resultado del primer confinamiento durante la primavera
de 2020, persistiendo la tendencia en la actualidad. Las mujeres
y los jóvenes son los más afectados. Las alteraciones del sueño,
la pérdida del interés por hacer cosas, el humor depresivo y las
dificultades de concentración aumentaron de forma significativa
durante el primer confinamiento. El estudio destaca, en parti-cular,
que “el hecho de encontrarse ante un comportamiento
violento, agresivo o degradante por parte del cónyuge o pareja
también estaba vinculado al síndrome depresivo”. Según el estu-dio,
más de una de cada cinco personas que vivían en un apar-tamento
sin balcón desarrollaron síndrome depresivo. Además,
haber estado encerrado fuera de casa, haber vivido en hogares
hacinados o, por el contrario, haber vivido solo o solo con un
hijo o hijos aumentaba el riesgo de depresión.
Otro estudio comparativo entre las poblaciones alemana e
inglesa12, obtiene los resultados siguientes: El 25% de los que res-pondieron,
tanto en Alemania como en el Reino Unido, informa-ron
de un empeoramiento subjetivo de los síntomas psicológicos
generales y el 20-50% de los respondientes a la encuesta alcanza-ron
los límites clínicos para los síntomas depresivos y distímicos,
así como para la ansiedad. Destacan de forma específica la nece-sidad
de implementar sistemas de intervención para apoyar a la
mayor cantidad posible de personas en general.
En los primeros escenarios de la pandemia, sobre todo en
algunos ámbitos políticos y medios de comunicación, se uti-lizaron
metáforas militares/metáforas de guerra en esos tiem-pos
de adversidad para conjurar los riesgos que se avecinaban,
mostrando imágenes de valentía, abnegación y sacrificio. No
es nuevo, pues ya se habían utilizado en otras ocasiones como
fue en “la guerra contra las drogas” o “guerra de precios”, por
citar algunos ejemplos. Por lo tanto, no resultó sorprendente
que en la pandemia por COVID-19 se utilizaran imágenes,