Sanid. mil. 2021; 77 (2) 71
EDITORIAL
metáforas y lenguaje tomados del ámbito militar, aunque no
fuesen del agrado de algunos. Se identificó al coronavirus como
“el enemigo” a combatir y se evocaron términos como “batalla
y movilización” para enmarcar la respuesta puesta en marcha
contra la pandemia13. Resulta de interés la descripción que
hacen estos autores del “daño moral” que ha supuesto para
muchos profesionales sanitarios, en las primeras etapas de la
pandemia, al tener que afrontar la escasez de recursos, deci-diendo
a quién se le ponía ventilación mecánica y a quién no,
o no estaban capacitados para enfrentar una enfermedad de la
que desconocían su fisiopatología y cuál era el tratamiento efi-caz
o tener que acompañar a los pacientes en su último aliento,
suponiendo para muchos de ellos un dilema ético que les abocó
a un replanteamiento vital.
Sobre las Fuerzas Armadas y sus familiares encontramos
algunos estudios. Uno de ellos14 expone como desde el inicio
de la pandemia por COVID-19 en España, los miembros de la
Fuerzas de Seguridad del Estado y de las Fuerzas Armadas, se
movilizaron para garantizar la seguridad y movilidad del pobla-ción
y apoyar a las instituciones sanitarias, proporcionando
personal para la atención, creando hospitales de campaña, tras-lado
de enfermos y muertos, etc. El objetivo de este estudio fue
determinar los niveles de burnout en estos profesionales. Los
resultados muestran altos niveles de burnout (28,5%) en todas las
subescalas: agotamiento emocional (53,8%), despersonalización
(58,0%) y falta de desarrollo personal (46,3%).
Otro estudio focaliza su atención en la atención en salud
mental para el personal militar de algunos países durante la
pandemia15. Reportan que, a medida que evolucionaba el brote
de COVID-19, se han informado casos confirmados de COVID
19 entre el personal militar, a nivel mundial, incluidos casi 1.576
soldados en Rusia, más 4.000 en Estados Unidos, 1.500 soldados
en Francia y 54 soldados entre las fuerzas de seguridad fronte-rizas
de la India. Destacan que, si bien ha habido algunos infor-mes
sobre los desafíos sanitarios planteados por la COVID-19,
ha habido pocos que prestasen atención a los aspectos únicos de
la salud mental en las fuerzas armadas y el papel perturbador
que juega el COVID-19 en esta población. El personal militar
ha sido un grupo de trabajo muy importante en la lucha contra
el COVID-19. Dado que el personal militar ya está en riesgo de
problemas de salud mental (depresión, ansiedad, TEPT) durante
épocas no pandémicas, el aumento de la carga de trabajo y el
estrés que acompaña al COVID-19 puede aumentar la proba-bilidad
de malestar psicológico. Un estudio investigó la salud
psicológica de 642 personas que trabajaban en un hospital mili-tar
y encontró mayores tasas de detección de ansiedad. (29,44%)
y depresión (36,45%) durante epidemia. Los factores de riesgo
para padecer síntomas de ansiedad y/o depresión fueron las pre-ocupaciones
sobre estar infectados con COVID-19 ellos mismos
o sus familias.
En nuestras Fuerzas Armadas, desde el inicio de la pande-mia,
el Mando se preocupó para que las medidas preventivas
sobre la salud mental de nuestros hombres y mujeres se pusieran
en práctica, activándose y coordinándose recursos desde la Uni-dad
de Psicología de la Inspección General de Sanidad y desde
el Servicio de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Central de
la Defensa. Su trabajo ha quedado reflejado en sendos artículos
publicados en el volumen 76(2) de esta revista.
La permanencia excesiva en una situación de restricciones
impuestas está produciendo en la población la llamada “fatiga
pandémica”, definida por la OMS como una reacción natural y
esperada a una adversidad sostenida y no resuelta en la vida de
las personas. Se expresa como desmotivación para emprender
conductas protectoras y buscar información, así como en sen-timientos
de complacencia, alienación y desesperanza. Puede
resultar en la desmotivación para seguir las conductas protec-toras
recomendadas, emerge de forma gradual con el paso del
tiempo y se ve afectada por una serie de emociones, experiencias
y percepciones tanto individuales como colectivas. Es una situa-ción
que debe tenerse en cuenta por las autoridades competentes
a la hora de dictaminar las medidas a adoptar y su duración
en el tiempo, para evitar situaciones que pueden producirse por
cansancio tanto físico como emocional.
Que las lecciones aprendidas de los diversos escenarios plan-teados
por esta pandemia nos permitan estar siempre prepara-dos
y alertas para prevenir las amenazas futuras.
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