Mañé-Seró M.C. y Vives-Vallés M.A.
84 animales, separando los sanos de los enfermos, instauró trata-miento,
condenó las caballerizas que habían albergado animales
muertos y señaló los nueve animales que debían desinfectarse.
Matías Cabero, alcalde de Agón, lo certificó el 24 de mayo.
A continuación se trasladó a Novillas para realizar la misma
labor, constatando que los animales también padecían sarna.
Pero el mayor problema lo constituyeron los dueños, que se
negaron a poner en marcha las medidas dictadas por González,
entre ellas estabular a los animales ya que, además de los medi-camentos,
les suponía un gasto en comida que no tenían cuando
los animales estaban en el campo. Además, encontramos refe-rencias
a un registro que se hizo el 23 de marzo (suponemos que
por González, es posible que este fuera su primer contacto con la
epizootia en Novillas y la razón de su escrito a Malats y Estévez),
notando que faltaban algunos dueños y también animales regis-trados
entonces, constatando que se vendieron algunas yeguas
en Zaragoza. Todo fueron problemas que dificultaban el control
de la epizootia. Con estos datos, el Ayuntamiento decidió con-sultar
con su maestro albéitar y los de los pueblos vecinos. La
reunión de los albéitares de Borja, Gallur, Alagón, Magallón,
Fréscano, Cortes de Navarra, Buñuel de Navarra y Mallén con el
mariscal mayor se produjo el 1 de junio. Tras registrar de nuevo
los animales, dichos albéitares concluyeron que debían aplicarse
las medidas necesarias: los once animales infestados no podían
salir al campo, debían desinfectarse los establos donde hubieran
estado estos y los animales muertos, tratar a los que hubieran
estado con los enfermos, etc. La desobediencia de los vecinos
de Novillas llegó al extremo de que, habiendo observado en el
primer registro una mula en muy mal estado, y habiéndoles indi-cado
que en caso de muerte debía preservarse para realizar la
necropsia, «inadvertidamente la arrojaron al río Ebro».
La reunión de los albéitares no debió ser tan pacífica como
parece desprender la certificación del alcalde de Novillas, donde
se indica que Francisco Gonzaléz leyó «cuantos incidentes han
ocurrido sobre el particular desde mucho antes que lo comi-sionase
S.M. en cortar y extinguir este virus», lo que prueba su
conocimiento previo de la situación. Comprobamos también que
el albéitar de Mallén (Joaquín Martín) ha asistido los ganados
enfermos de Novillas sin aplicar las medidas necesarias, para así
agradar a los vecinos. González sugiere que se le obligue a utili-zar
los métodos curativos pactados en la reunión de albéitares.
Ciertamente los habitantes de Novillas no podían afrontar
los gastos necesarios para tratar a sus animales, e incluso el
Ayuntamiento del pueblo lo certificó. Francisco González escri-bió
que convendría suplicar a S.M. que se hiciera cargo de los
gastos «pues de otro modo creo que nada se consiga particular-mente
en Nobillas». Aconsejaron los directores que los anima-les
menos afectados se mantuvieran en los pastos excepto para
administrarles el tratamiento, que los previsiblemente incurables
se sacrificaran y que el resto se estabulase.
Casi dos meses después del reconocimiento de los animales
de Agón, el parte de 14 de julio sobre los nueve animales enfer-mos
indica los ocho que han sanado y la muerte del pertene-ciente
a Pedro Ordiola. Se incluyen actas de tres necropsias, con
la firma de los albéitares que asistieron a ellas, las reflexiones de
Francisco González y citas a autores como Bourgelat o Chabert.
La necropsia realizada al macho de Pedro Ordiola incluye un
detallado diario desde el 23 de mayo, fecha en que se registró,
110 Sanid. mil. 2021; 77 (2)
hasta el 20 de junio en que se sacrificó; y también los síntomas
anteriores y el tratamiento que le aplicó el albéitar de Magallón
antes de la llegada de González.
El eficiente mariscal no examinó únicamente a los anima-les,
sino que revisó los prados de Agón. En el principal, el más
utilizado, observó mucha agua remansada que contribuía al
problema sanitario, y propuso dos medidas para solucionar su
drenaje calculando incluso su presupuesto (200 y 100 pesos) e
incluyendo un plano. Su informe final abordó todos los aspectos
que podían estar relacionados con la epizootia en cuestión.
El 20 de diciembre, Malats y Estévez comunicaron a Codina
el control de la enfermedad en Agón y la imposibilidad de con-trolarla
en Novillas debido a la pobreza de sus vecinos, por lo
que solicitaron el auxilio del Rey sin el cual no sería posible
librar del muermo a los animales de este pueblo.
En la apertura oficial de la Escuela de Veterinaria, Malats
aludió a los buenos resultados obtenidos en el control del
muermo en Aragón, a la vez que ofreció su ayuda cuando la
solicitaran los Justicias de los pueblos,5 tal y como se publicó en
la Gazeta de Madrid.14 Precisamente lo que hizo Joseph Beyas,
alcalde de Biota, adjuntando el informe de Isidro Lozano (albéi-tar
de Sádaba) sobre el muermo que afectaba a los équidos en
Biota desde 1788. Los directores trasladaron el caso a Codina
indicando que Francisco González, que se encontraba en Ara-gón,
se haría cargo también de este brote, a la par que solicita-ban
de S.M. las órdenes necesarias para que el corregidor de las
Cinco Villas le asistiera en lo que precisara.13 El mariscal mayor
del Regimiento de Caballería de Farnesio seguiría comisionado
en Aragón atendiendo focos de muermo, enfermedad a la que
posteriormente dedicaría parte de su obra escrita.
RAMÓN MARTÍN. EPIZOOTIA DE MUERMO EN
MALLORCA
Parece ser que el muermo era desconocido en Mallorca hasta
el siglo XVIII, cuando las tropas españolas llegaron a la isla. A
finales de 1794, la Junta Superior de Sanidad comunicó al alcalde
de Felanitx que enviaba un secretario y dos albéitares para ins-peccionar
la epidemia que afectaba sobre todo a los asnos y
había ocasionado casi 30 muertes en un solo día; unos años más
tarde se detectó en los cuarteles del Regimiento de Dragones de
Numancia, cuyo mariscal mayor, Ramón Martín, la diagnosticó
y trató.15 Enrique Fajarnés y Tur, médico e historiador balear,
presentó en la Real Academia de Medicina de Palma un trabajo
con el título “Epizootia de muermo padecida en Mallorca en
1801”, que fue publicado en la Revista Balear de Ciencias Médi-cas16
y, posteriormente, en La Veterinaria Española.17
Ramón Martín, veterinario de la primera promoción de la
Escuela de Madrid,(3)18 es nombrado en enero de 1801 mariscal
mayor del Regimiento de Dragones de Numancia, para atender
a sus caballos que habían sufrido unas 50 bajas en tan solo un
año.15 Martín examinó los caballos enfermos y ante la sospecha
de muermo, no solo examinó al resto de animales del cuartel
(3) Pérez García transcribe noticia de los primeros exámenes que se celebra-ron
en la Escuela de Madrid, con el nombre de los alumnos que se exa-minaron.