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Burkina Faso que ha provocado trece
muertos, todos militares marfileños,
permite confirmar la hipótesis
de que el terrorismo yihadista no iba
a tardar mucho en alcanzar a los países
ribereños del Golfo de Guinea7.
Y mientras dicha expansión de la amenaza
se confirma también se afianzan
los grupos terroristas en el epicentro
de este proceso de deterioro de la seguridad
durante casi una década en la
subregión, en Malí. La Misión Integrada
de las Naciones Unidas para la Estabilización
de Malí (MINUSMA) acaba
de ver renovado su mandato por
un año más, y sus efectivos (13 289
militares y 1920 policías) que generan
anualmente a la ONU un coste de
1200 millones de dólares, tienen desde
2018 un mandato reforzado para
apoyar a las autoridades de Bamako
en su esfuerzo para asegurar el centro
del país. Pero en esta región, que
es también adonde se han dirigido los
esfuerzos antiterroristas más recientes,
nacionales e internacionales, se
agudizan algunos de los problemas
que son instrumentalizados y agudizados
por los grupos yihadistas para
asegurarse su implantación. La Alta
Comisionada de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, la chilena
Michelle Bachelet, acaba de llamar
la atención sobre el agravamiento de
la situación sobre el terreno reflejado
en casi seiscientos muertos producidos
en choques intercomunitarios,
particularmente entre miembros de
las comunidades peul y dogón, desde
enero8.
La letalidad de las acciones terroristas
—a mediados de junio y en un
solo ataque en el centro del país eran
asesinados veinticuatro soldados
de las Fuerzas Armadas Malienses
(FAMa)—; la difícil situación política
interna a las puertas de unas elecciones
presidenciales viciadas por el
terrorismo, la violencia intercomunitaria,
la alerta sanitaria por el coronavirus
y el activismo desestabilizador
del imam wahabí Mahmud Dicko; y
la proliferación de grupos yihadistas
que tienen su origen en Malí (el autor
del ataque en suelo marfileño, en
Kafolo, fue el maliense Frente de Liberación
de Macina de Amadou Koufa),
siguen haciendo de este país, hoy
como en 2012, el epicentro de una
aguda desestabilización regional.
Tal enquistamiento de la violencia
está generando peligrosas tentaciones,
dentro y fuera de Malí, de buscar
quizás una salida dialogada o incluso
negociada con los yihadistas
del JNIM, marcando distancias con
los aparentemente más sanguinarios
y por ello intratables yihadistas
del EIGS, pero la posibilidad de que
se consoliden tales tentaciones debe
de obligar a reforzar las medidas
que apuntábamos al principio, que
han generado cierta esperanza desde
enero por algunos de los resultados
obtenidos y que deben apoyarse
en herramientas nuevas (Operación
Takuba) así como en el reforzamiento
(Barkhane) y mejora (interacción más
fluida entre Barkhane y la FC G-5 Sahel)
de las existentes y, todo ello, con
el telón de fondo de una urgente mejora
de la gobernanza en Malí y en el
resto de la subregión.
Finalizado por el autor el 6 de
julio de 2020
NOTAS
1. Naranjo, José: «Muerto Droukdel,
prosigue la yihad»,
Mundo Negro, 2 de
julio de 2020.
2. «Sahel Allies
Have Shifted
The
Dynamic in Fighting With Jihadists:
Macron», Associated France Press
(AFP), 30 de junio de 2020.
3. «5G Sahel: au coeur du huis clos
des chefs d’État au sommet de
Nouakchott», Jeune Afrique, 2 de
julio de 2020.
4. Diherbej, Pierre: «La coalition
pour le Sahel: une réussite franco
africaine», Jeune Afrique, 28 de
junio de 2020.
5. Parkinson, Joe; Phillips, Michael;
y Strobel, Warren: «Fratricidal
Clash in West Africa Pits al
Qaeda Against Islamic State», Wall
Street Journal, 28 de junio de 2020.
6. «Macron sees successes in Sahel:
UN says security, humanitarian situation
worsen», Today Online, 30
de junio de 2020.
7. Mateso, Martin: «Terrorisme en
Côte d’Ivoire: une longue guerre
s’announce dans la región selon
les spécialistes», Francetvinfo.fr,
18 de junio de 2020.
8. «580 personnes tuées dans le centre
du Mali depuis janvier», VoA, 26
de junio de 2020.■