Así hasta la situación actual, de dos tercios en África y
una brigada y una bandera de operaciones especiales
en la Península, todas ellas integradas en la Fuerza del
Ejército de Tierra, han sido continuas las disoluciones,
modificaciones orgánicas y cambios de ubicación de
las unidades legionarias que se crearon tanto en el norte
de África, Sáhara y Canarias como en la Península.
Por otra parte, La Legión ha sabido obtener el máximo
rendimiento de cuantos nuevos medios se le han asignado
en estos cien años de vida, como consecuencia
de los avances en materiales, armamento, técnicas de
aprendizaje y tecnologías propias de las revoluciones
tecnológicas históricas que ha vivido, la Segunda Revolución
Industrial y la Era de la Información.
En 2018, con la emisión de la Directiva 03/18, el Ejército
puso en marcha el proyecto Fuerza 35, proyecto que
ha asignado a una unidad de La Legión, La Brigada de
La Legión (BRILEG) Rey Alfonso XIII, la responsabilidad
de ejecutar las actividades de experimentación del citado
Revista Ejército 951 Extra Junio 2020 21
proyecto.
LA LEGIÓN: REFERENTE DE
LA EXPERIMENTACIÓN DEL
PROYECTO FUERZA 35
La prospectiva de los entornos operativos en los que
las fuerzas militares actuarán confirma que, en estos
entornos, las fuerzas terrestres jugarán, si cabe, un papel
más determinante que el que desarrollan en la actualidad.
Pero además, la permanente evolución de los
riesgos y amenazas de los citados entornos exige que
las fuerzas terrestres estén en constante adaptación.
Consecuentemente, el Ejército de Tierra inició en 2018,
de la mano del proyecto Fuerza 35, un proceso de continua
adaptación, proyecto que, con un horizonte de planeamiento
de 15 años, tiene por objeto la transformación
de las fuerzas terrestres de nuestro Ejército para
que estas, encuadradas en la Fuerza Conjunta, cumplan
de la manera más eficaz las misiones que se les
asignen.
De este modo, el Ejército de Tierra ha identificado la necesidad
de optimizar las estructuras de su organización
y la necesidad de dotar a sus unidades con los recursos
propios de la tercera revolución industrial o revolución
científico-tecnológica, época que vivimos y que ha
puesto en valor el desarrollo de políticas de I+D+i, políticas
para las que la experimentación, previa al proceso
de innovación, resulta determinante.