médula es el espíritu militar que hunde sus raíces en las
más profundas tradiciones militares españolas y, especialmente,
en el alma de los gloriosos Tercios y sus legendarios
Capitanes.
En esencia, el Credo Legionario compendia la mejor
tradición militar española, con la memoria de los tercios
viejos, de los que toman nombre los homónimos de
La Legión. Los legionarios han heredado la eficacia de
sus alabarderos o piqueros, arcabuceros y ballesteros.
Y la memoria nos remite inexorablemente a la Batalla
de Lepanto (1571), pero hay otros episodios no menos
gloriosos y, por ello, dignos de memoria, como la defensa
del Sitio de Castelnuovo (1539), en la actual Herceg
Novi (Montenegro), y otras muchas páginas heroicas de
nuestra Historia militar.
Realmente el Credo Legionario constituye un canto a la
vida, aunque al mismo tiempo proclama que el peligro
de morir no arredra a los legionarios; en ese sentido, el
legionario tan solo muestra su disposición a sacrificarse
en defensa de la comunidad de la que forma parte,
cuyos valores está dispuesto a defender dejándose la
vida en ello. Esa misma entrega generosa es la que caracteriza
al legionario en la relación que establece con
sus compañeros, que comparten con él las penalidades
del combate. Se revindica la figura de ese héroe anónimo
al que La Legión pone rostro y nombre, y al que salva
del olvido en la memoria colectiva e individual de cada
legionario. Al fin y al cabo, se trata del Pro patria mori,
un ideal de conducta que articula la historia de la cultura
occidental desde sus inicios en la antigua Grecia.
En gran medida, la energía de La Legión es el resultado
de rechazar lo fácil y cómodo para aceptar todo tipo de
desafíos, que supera gracias a unos hombres y, de unos
años para acá, unas mujeres que confían en la eficacia
de su preparación y, antes de nada, en la fuerza derivada
de sus ideales.
Las Damas y Caballeros Legionarios son la base de
esa mística militar. Son los voluntarios para morir por la
patria, como dice la máxima latina. Son unos soldados
característicamente alegres, risueños, optimistas e ingeniosos:
son, es la verdad, los mejores combatientes.
No en balde, los mueve el deseo de vencer, que marca
su manera de desenvolverse en el combate y anima a
tomar la iniciativa cuando lo precisan las circunstancias.
Son esos hombres y mujeres que, en sus respetadas
individualidades, tienen la voluntad y el compromiso
de constituirse en unidad militar y, de ese modo,
forman La Legión. Son también unos soldados que no
solo esperan ser bien mandados, sino que exigen ser
bien mandados; de hecho, La Legión es una escuela de
liderazgo cimentada sobre los valores del citado Credo
Legionario: un modelo que se dirige con franqueza y
exigencia a los oficiales y suboficiales sobre la base de
la ejemplaridad de sus acciones y conductas; una especie
de forja en la que el trabajo en equipo y la gestión
del talento, la confianza y la lealtad, la preocupación y
el cariño por los subordinados, y el compromiso con los
más altos ideales, son prioritarios. En definitiva, se trata
de un liderazgo que entiende el mando como servicio,
nunca como privilegio.
Ellos, nuestras Damas y Caballeros Legionarios, han
sabido adaptarse para responder a las exigencias del
momento, dejando patente su eficacia en todas las
operaciones en las que han participado; en todas esas
ocasiones, han mostrado que son capaces de darlo
todo. La Legión ha dejado el mejor recuerdo posible
entre los soldados de otras naciones y, por su característica
humanidad y empatía, en la población de los
países a los que ha sido destinada.
La identificación con la sociedad a la que sirve es
otro de sus fundamentos. La huella de La Legión en la
sociedad española y el reconocimiento que de ella recibe
proyectan una imagen muy positiva, que percibimos
8 Revista Ejército 951 Extra Junio 2020