José Antonio Rodríguez Manfredi, investigador principal de MEDA
«Somos una civilización
expedicionaria»
JOSÉ Antonio Rodríguez Manfredi vive con horario marciano desde
que MEDA llegó al planeta rojo a bordo del rover Perseverance. Es
el investigador principal de esta estación medioambiental construida
por un equipo internacional liderado por el Centro de Astrobiología
del INTA, donde trabaja desde hace 20 años. Nadie mejor que él sabe
por los momentos que su equipo ha pasado desde que la NASA seleccionara
a su instrumento como parte de la misión Mars 2020. «Han
sido cuatro años muy intensos durante los cuales lo hemos pasado muy
bien pero también muy mal», asegura, por
la incertidumbre que siempre planea sobre
una misión espacial. Ahora toca analizar los
datos que todos los días llegan desde Marte
para conocer mejor ese planeta que, no
duda, algún día pisará el ser humano.
—¿Qué sintió cuando vio a Perseverance
posarse en Marte?
—Fue un momento realmente especial.
Ese, y el día siguiente, cuando comenzó a
funcionar MEDA. Para mí, los Siete Minutos
del Terror fueron los que transcurrieron
hasta recibir los primeros datos de nuestra
estación medioambiental. Estábamos en
las mejores manos; la NASA ya ha demostrado
su experiencia, pero, aun así, era
inevitable acordarse del esfuerzo de tanta
gente, de tantas instituciones y empresas.
Todo eso se me vino a la cabeza, pero fue
un momento de gran ilusión. Estábamos viviendo
la historia en primera línea.
—¿Qué mejoras aporta MEDA respecto
a las anteriores estaciones?
—Tecnológicamente, es una nueva generación.
Y desde el punto de vista científico,
aunque algunas magnitudes ya las
estamos midiendo, ahora podemos obtener valores más rápidamente
y más precisos. Además, incorpora nuevos elementos que nos van a
permitir estudiar el polvo, algo esencial para las misiones tripuladas.
—¿Por qué es importante el polvo marciano?
—Influye muchísimo. Se pone en suspensión muy rápidamente y retiene
parte de la radiación del sol. Al calentarse, hace que se levanten
fuertes vientos y la atmósfera, que ya de por sí es muy tenue, puede variar
su densidad. Cuando hablamos de un vehículo de casi una tonelada
que entra en la atmósfera marciana a 20.000 kilómetros por hora, esos
detalles son muy importante. En el aterrizaje no hay margen para el error.
Además, puede meterse por los recovecos de sistemas esenciales,
como el que va a obtener oxígeno a partir del CO2 de la atmósfera. Si se
obstruye y no genera oxígeno para los astronautas, tenemos un problema.
—¿Cómo llegan y se analizan los datos que envía Perseverance?
—El rover los manda a los satélites y ellos a nosotros. Los datos llegan
a la Tierra a través de la Red de Espacio Profundo y se agrupan en
el JPL. Este centro realiza un procesamiento muy rápido y los distribuye
a los distintos equipos para su análisis. Aquí, en Madrid, verificamos que
los sensores de MEDA están bien y extraemos las magnitudes científicas
de esos datos. Y muy rápidamente —estamos hablando de media hora
desde que llegan— ponemos en común la información y decidimos cual
será la misión del rover del día siguiente.
Desde que llegan los datos a la Tierra y le
enviamos las nuevas órdenes a Perseverance
solo pasan cinco horas.
—¿Qué espera de MEDA?
—Por un lado, afinar los modelos
medioambientales que nos permitan diseñar
misiones futuras con seguridad. Por
otro, tratar de entender el polvo marciano,
por qué se producen las tormentas, cómo
interactúa con la presión, con la humedad…
Y, además, conocer parte de la fotoquímica
de la atmósfera, la radiación o determinar
cómo es el ciclo del ozono.
—¿Cómo ha sido el recorrido de
MEDA hasta su llegada a Marte?
—A mediados de 2013 se rumoreaba
que la NASA iba a sacar una misión y presentamos
una propuesta. No era cuestión
de tener una idea brillante sino de evidenciar
que teníamos la tecnología para llevarla
a cabo y que sabíamos cómo hacerlo. A
mediados de 2014 recibimos la llamada de
la NASA diciendo que nuestro instrumento
había sido el seleccionado de entre otros
67 de todo el mundo. A partir de ahí se me
Pepe Díaz
vino todo encima. Era una gran alegría pero al mismo tiempo nos daba
un poco de miedo pensar dónde nos habíamos metido.
—Mucha gente se cuestiona por qué gastar tanto dinero y esfuerzo
en llegar a Marte…
—Desde que salimos de las cavernas y miramos hacia arriba intentamos
contestar preguntas. Hay una curiosidad innata en la especie humana
que la lleva a aventuras como meterse en un cascarón de madera
y lanzarse al mar sin saber a dónde va a llegar o si va a regresar. Pero,
además, en este momento, el espacio es un motor de desarrollo industrial,
económico, científico y social.. Y España tiene que estar ahí.
Pero no se trata de llegar a Marte y ahí se acaba la película. Vamos a
utilizar la Luna para llegar a Marte y Marte para llegar a otro sitio. Porque
somos una civilización expedicionaria interplanetaria.
Marzo 2021 Revista Española de Defensa 47