13
maniobras, al ser en el Índico, serían
menos provocativas que en el
mar de China meridional, y podrían
enfocarse hacia la cooperación y la
coordinación para asistencia humanitaria,
misiones contra la piratería
o salvamento. La agenda podría ampliarse
para incluir ejercicios específicamente
militares, dependiendo
de la reacción de Pekín.
Los cuatro socios están considerando
la creación de un plan conjunto
de financiación de infraestructuras
como alternativa a la IBR31. A
finales de 2018, Australia, Japón y
EE. UU. tomaron la delantera al formar
la Asociación Trilateral para la
inversión en infraestructuras en el
Indo-Pacífico. Ejemplo de ello es el
proyecto de electrificación de Papúa
Nueva Guinea, anunciado en noviembre
de 2018 y que prevé cubrir
las necesidades del 70 % de la población
en 203032.
Japón en solitario creó la Asociación
para Infraestructuras de Calidad, que
ha invertido 200 millardos de dólares
entre 2015 y 2020 en África y Asia, y
que podría proporcionar la plantilla
para ese fondo cuadrilateral33: fondo
que, si bien no es probable que alcance
las magnitudes que Pekín ha prometido
para la IBR, puede orientarse
hacia naciones insulares (con las consiguientes
ventajas para la guerra antisubmarina).
Solamente el desarrollo de infraestructuras
militares conjuntas en la región
(por ejemplo, la base australiana
de las islas Cocos, las bases indias
en las islas de Nicobar y Andaman
y la base norteamericana de Diego
García) así como la ampliación de los
acuerdos para compartir información
ya representarían pasos más que significativos.
GIRO INESPERADO
El pasado 15 de septiembre, el presidente
Joe Biden sorprendió con
el anuncio de una alianza estratégica
entre Australia, Reino Unido y
Estados Unidos bajo el nombre de
AUKUS. Dicha alianza tiene como
objetivo oficial facilitar el intercambio
sobre ciberseguridad, misiles e
inteligencia artificial, pero su primera
consecuencia ha sido la cancelación
del contrato que Australia tenía
con Francia para la adquisición de 12
submarinos convencionales en favor
de un modelo de propulsión nuclear.
Dicho contrato, de un montante estimado
de 90 millardos de dólares,
estaba lastrado por unos retrasos y
sobrecostes que ya empezaban a ensombrecer
las relaciones entre Canberra
y París34.
La primera tendrá que decidirse en
próximas fechas entre la clase Astute
británica y la norteamericana Virginia.
Y aunque la ventaja en radio de
acción y prestaciones son notables,
Australia deberá enfrentarse de momento
a dos consecuencias diplomáticas
entre sus aliados tradicionales.
La primera es la reacción de Francia,
que cuenta con el apoyo cerrado de
la UE en este caso, y que tendrá que
ser indemnizada con no menos de
400 millones de dólares. La segunda
es la negativa de Nueva Zelanda
a recibir en sus puertos a naves con
propulsión nuclear.
Aunque se interprete esta decisión
como un gran paso de facto para la
estrategia de contención de China,
se trata en realidad de una alianza tripartita
que descoloca tanto a el Quad
como a esa otra alianza aún en gestación
llamada CANZUK35 . Esta última
aún tiene por definir sus objetivos en
materia de defensa, pero lo cierto es
que supone la entrada definitiva del
Reino Unido en la gran estrategia del
Indo-Pacífico. No sólo consiguió el
contrato para la construcción de fragatas
para la Royal Australian Navy
con el Tipo 26, sino que la intención
de la Royal Navy es destinar uno de
sus dos portaaviones al Lejano Oriente
para unirse a los LHD australianos
(casi gemelos del Juan Carlos I, pero
que aún no han sido equipados con
cazas F-35B36).
CONCLUSIONES
Aunque con un perfil bajo, la construcción
de este Quad 2.0 sigue su
curso con un enfoque posibilista y en
absoluto limitado a la cooperación
militar. Cabe considerarla una estrategia
de contención por parte de
unos EE. UU. que se resisten a perder
su liderazgo, una emergente India,
un desacomplejado Japón y una
prominente Australia, todos ellos
alarmados por un rápido aumento de
las capacidades chinas, su agresiva
política territorial y su diplomacia de
deuda trampa.
Estos factores, junto a las potenciales
ventajas en la lucha contra la piratería
o en emergencias sanitarias como la
COVID-19, pueden facilitar la ampliación
de el Quad con países como Filipinas,
Corea del Sur, Nueva Zelanda,
Malasia o Vietnam. La lucha contra
la piratería en las costas de Somalia
(con distintas operaciones) ha aportado
una valiosa experiencia de cooperación
militar y de seguridad naval,
compartida también por China. Un
mecanismo parecido a la operación
Puerto de Hambantota (Sri Lanka).
Un ejemplo de deuda convertida en
beneficio geoestratégico