CARTA SEGUNDA. DEL
CAPITÁN GENERAL CORTÉS AL
EMPERADOR CARLOS
El propio enunciado de la carta nos
ofrece una primera información.
Cuando Cortés la escribe ya tiene
algunas noticias de España. La primera
carta se había dirigido a la reina
Juana y a su hijo; en cambio, ahora
nos encontramos ya al emperador
como destinatario. No cabe duda de
que Cortés, en el tiempo transcurrido
desde julio de 1519 hasta octubre
de 1520, había tenido ocasión de informarse
sobre los asuntos de la metrópoli;
al menos sobre los más importantes,
como era el caso de la jefatura
del Estado. Veremos en el desarrollo
de la carta cómo pudo informarse.
Comienza el relato de Cortés con su
partida hacia el interior y su posterior
retroceso al tener noticia de la expedición
de Francisco de Garay6, hecho
este que nos ofrece en su desarrollo
una visión de las triquiñuelas y, en
algunos casos, falsos descubrimientos
o conquistas que, en aquellos primeros
tiempos, faltos de la burocracia
imperial, debieron de producirse.
No se extiende mucho Cortés, en
cualquier caso, en el relato de este encuentro,
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sin duda insignificante para
él ante la epopeya que posteriormente
tendrá ocasión de relatar. Para nosotros
queda ese apunte de confusión
de los primeros momentos del descubrimiento.
Desde el inicio de esta parte del relato
se observa la gran confianza que
Cortés parece otorgar a la gente de
Cempoal, la primera tribu de cierta
envergadura que se le rinde y presta
vasallaje. Este modo de convertir en
aliados a los enemigos será una de las
acciones más recurrentes en la estrategia
de Cortés, como más adelante
se comprobará. También da cuenta
de la existencia de Moctezuma y su
imperio, a más de 500 kilómetros de
distancia, pero ya objeto de su interés.
Es en estos primeros renglones de la
relación donde encontramos la narración
del fallido encuentro con Francisco
de Garay, quien no era tal sino
Álvarez de Pineda, que venía de descubrir
el Misisipi en nombre de Garay.
Tras este fallido encuentro inicia Cortés
su epopeya mexicana adentrándose
en el interior del Imperio azteca, no
sin antes «lanzar a la costa» sus naves
con el fin de evitar que bien sus acompañantes,
bien la retaguardia formada
por la villa de Veracruz, pudiesen
sentir la tentación de hacerse al largo
y regresar a La Española. Será esta la
mítica acción que la literatura histórica
relata como la quema de las naves
de Cortés.
Comienza el conquistador su periplo
adentrándose en el altiplano a través
de tierras feudatarias de Moctezuma,
haciendo alarde de sus dotes
diplomáticas hasta encontrarse con
los tlaxcaltecas, con quienes combate
encarnizadamente después de hacerles
el famoso requerimiento que
ya era objeto de airadas discusiones
desde que, en 1511 Montesinos con
su sermón, había removido las conciencias
de muchos de sus coetáneos.
Estos tlaxcaltecas serán fundamentales
para la estrategia de Cortés.
Eran enemigos irreconciliables de los
aztecas y, si bien pondrán una enorme
resistencia, después, una vez que
aceptan el vasallaje al emperador,
serán el más importante soporte de
la campaña de los españoles. El encuentro
con los tlaxcaltecas será tan
duro y largo que ya se detecta algún
desaliento entre los españoles, lo que
da la razón a Cortés cuando decidió
destruir las naves.
Tras el encuentro, la expedición se dirige
a la capital tlaxcalteca, de la que
Cortés hace una descripción tan positiva
y luminosa que, seguramente,
añade más dudas a la discusión de
todo el siglo sobre la «justa causa» y
el estado de salvajismo de estos pueblos.
Será allí también donde Cortés
se percate de la ventaja estratégica
que le daba la enemistad entre los dos
pueblos principales, ya que, durante
esta campaña, contará permanentemente
a su lado con embajadores de
Moctezuma.
El siguiente paso de Cortés será dado
en la ciudad de Churutelcal. Primero
Carta original dirigida por Hernán Cortés al Emperador Carlos I,
fechada en Madrid a 13 de julio de 1528