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se mezclaron con la población nativa
y solamente sobreviven algunos en reservas
para enseñárselos a los turistas
». En contra, podemos constatar
que cometimos dos graves errores: la
esclavitud y no darnos cuenta de que,
a pesar de nuestro mestizaje y propósitos
y hechos civilizadores, las ideas
de libertad y la debilidad momentánea
de España favorecían que los pueblos
criollos quisieran regir su propio destino
separados de España, de la que
formaban parte. No supimos dar con
la fórmula adecuada en su momento
y todas sus ansias de independencia
terminaron con guerras y derrotas.
Fray Bartolomé de las Casas, que
había tenido indios en sus posesiones
en calidad de encomendados, se
convirtió posteriormente en un ciego
defensor de ellos, consiguiendo que
no pudieran trabajar en las minas y
aconsejando traer negros de África
para sustituirlos en aquellos penosos
trabajos.
Van pasando los años y los siglos. La
muerte sin sucesión del rey portugués
Sebastián (1578) alienta a Felipe
II, descendiente de Manuel I por línea
femenina, a reclamar Portugal. Lo
consigue tras una campaña victoriosa
del duque de Alba, uniendo así toda la
península ibérica en manos españolas
e incrementando su imperio con Brasil,
Angola, Mozambique y otros pequeños
territorios, los cuales pierde
sesenta años después, excepto Ceuta,
que, por consulta popular, decide
seguir con España. De Francia recibe
la Luisiana, inmenso territorio que llegaba
del golfo de México a Canadá y
ocupaba las Bahamas. El imperio llega
a su cenit en 1782 y, a partir de ese
momento, empieza a decrecer, lo que
hace a gran velocidad. A principios
del siglo xix, se vende la Luisiana a
los EE. UU., se pierde la América continental,
quedando únicamente Cuba
y Puerto Rico, que también se pierden,
junto con Filipinas, a finales de
dicho siglo. Mientras tanto, se incorporan
la Guinea Ecuatorial y el Sahara
entre 1758 y 1884, el Protectorado
de Marruecos en 1906 e Ifni (territorio
cedido a perpetuidad tras la victoriosa
guerra de África de 1860), que
se ocupa en 1934. El fin del protectorado
que Francia y España ejercían
en Marruecos supone la devolución
de la administración de sus antiguos
territorios. España abandona la parte
norte del protectorado en 1956 y la
sur en 1958. Se concede la independencia
a Guinea en 1969 y ese mismo
año se entrega el pequeño enclave de
Ifni al reino alauita, quedando únicamente
el Sahara, la última colonia.
La trayectoria del Sahara desde su
inicio se puede considerar, cuando
menos, insólita. La costa de este territorio
era bien conocida desde varios
siglos atrás por los pescadores
canarios, que aprovechaban las ricas
aguas del banco sahariano para capturar
su abundante pesca y llevarla al
archipiélago para su venta. Este discurrir
por toda la costa produce el fenómeno
de la dualidad de la toponimia
de su territorio: los accidentes de
la costa se citan en español y los del
interior, en hassanía, el dialecto sahariano.
La estancia de los pescadores
canarios en las inmediaciones del Sahara
no era gratis: en el mar estaban
a salvo, pero, si tenían que descender
a tierra por agua o avería en el barco,
corrían un serio peligro, ya que eran
frecuentes los asesinatos o capturas
para canjear por onerosos rescates,
con las consiguientes reclamaciones
al Gobierno de turno para que diera
seguridad a las faenas pesqueras en
la costa atlántica frente a las Canarias.
El Gobierno español no era muy receptivo.
Cánovas, su presidente, era
reacio a meterse en otros berenjenales
cuando tenía a Cuba y Filipinas en
continuas guerras contra la metrópoli,
pero el acervo colonialista no se había
perdido y así, teniendo a la vista que
el Congreso de Berlín iba a reunirse
en 1886 para repartir África entre los
países que ya poseían allí colonias y
que la Sociedad Geográfica Española
tenía prevista una expedición por
aquellas tierras, accedió a que el alférez
Bonelli se integrara en ella con
algunas ayudas; con lo cual si fallaba
sería culpa de la citada sociedad y si
acertaba podía incorporar un territorio
a la Corona sin coste alguno.
Unos años antes, en 1881, la Sociedad
Pesquera Canario-Africana consiguió
que una delegación de tres
Mapa de El Sáhara, última colonia española