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colonia, sigue figurando en la ONU
como país pendiente de descolonización.
El pueblo saharaui pierde su territorio
y se queda en un limbo jurídico
de difícil solución. La República Árabe
Saharaui Democrática, la RASD, es
reconocida por los países islámicos y
antiguas colonias, pero, al carecer de
territorio, vegeta en los campamentos
próximos a Tinduf, soñando con una
vuelta a la Saguía el Hamra y al Tiris,
los territorios que les corresponden a
sus ciudadanos como legítimos herederos
de las tribus erguibat, ulad delim,
arosien, ulad tidrarin, izarguien y
otras más pequeñas que habitaban en
aquellos territorios desde el amanecer
de los tiempos.
Estos acuerdos contemplaban una
serie de contrapartidas a favor de
España con respecto al banco pesquero
sahariano y los fosfatos de Bu
Craa. Poco sacó España de ello, pues
al poco tiempo dejaron de pagarse las
indemnizaciones acordadas y se redujo
drásticamente el número de barcos
españoles que podían faenar en sus
caladeros. Absolutamente insólito.
Al contrario que en 1958, cuando nos
trajimos de Cabo Juby todo aquello
que se podía transportar en camiones,
incluyendo puertas, ventanas y material
eléctrico, en 1975 dejamos todo
en los puestos y poblados, no se permitió
destruir cosa alguna y todo funcionaba
a la perfección. La prueba es
que Marruecos conservó la mayoría
de las instalaciones en el interior; los
casos de Mahbes Escaiquima, Auserd
y otras bases dan fe de ello. Insólito,
insólito, insólito.
Finaliza nuestro periplo colonizador,
que duró cinco siglos y que, en
su mayor esplendor, fue el más grande
de la historia. Desgraciadamente,
no aprendimos a irnos, pues casi todas
las colonias se perdieron tras una
cruenta guerra con miles de muertos
y, en muchos casos, el odio eterno
del país abandonado. No supimos ver
que, aun cuando el dominio fuera humano,
paternalista y sometido a leyes,
los pueblos, pasado un tiempo determinado
y alcanzado un grado de civilización
conveniente, sienten y merecen
cortar las amarras con la nación
civilizadora para volar por su cuenta, al
igual que pasa con los hijos. Esta falta
de visión histórica, que sí tuvieron ingleses
y franceses, y que se refleja en
la Commonwealth y la Francofonía (la
reina de Inglaterra es jefe de Estado
de varios países que fueran antiguas
colonias), nos ha llevado a que parte
de la comunidad hispana reniegue de
sus orígenes, destruya estatuas de
héroes y conquistadores españoles
e intente olvidar, como los EE. UU.,
que unas mil quinientas poblaciones
de su país tienen nombres españoles.
La leyenda negra, montada, sostenida
y amplificada por ingleses, franceses
y holandeses, ha magnificado
nuestros errores y no se han reconocido
nuestros triunfos, haciéndonos
responsables de llevar enfermedades
al Nuevo Mundo cuando nadie sabía
que esto era posible, de haber matado
a los indios cuando, sin contar el
periodo de conquista —que es imposible
que no provoque muertes—, las
sociedades indígenas en nuestros
antiguos territorios eran florecientes,
la mayor parte de ellas formadas por
criollos, que están presentes en todos
los niveles —político, científico,
comercial, etc.— de sus respectivos
países, cuando otras potencias diezmaron
a las poblaciones indígenas y
casi exterminaron a algunas de ellas.
Pero nadie nos puede arrebatar el honor
de haber dado a luz a una veintena
de naciones, de que nuestro idioma lo
hablen seiscientos millones de personas
y de que estas personas recen en
castellano.■
Proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática ante periodistas de todo el mundo en Bir Lehlú, el 27 de febrero de
1976, un día antes de que España abandonara el Sahara