Libro La cuarta teoría política de
Aleksandr Duguin
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los continentes de Europa, Asia y
África. Mackinder enunció su teoría
resumiéndola en un párrafo: «Quien
gobierne en el Este de Europa dominará
la Tierra Corazón; quien gobierne
la Tierra Corazón dominará la Isla
Mundial; quien controle la Isla Mundial
dominará el Mundo».
Teniendo en cuenta que Rusia ocupa
una inmensa porción de Europa
y Asia, el «neoeurasianismo» de
Duguin desarrolla la visión geopolítica
de MacKinder desde el núcleo
de lo que él define como el Corazón
de la Tierra, una expresión del concepto
que amplía el horizonte de la
geografía y lo eleva al plano espiritual,
cultural y social, y también al
de la confrontación inevitable con el
poder marítimo cuya amenaza gravita
sobre ese corazón. En su libro
«Geopolítica de Rusia», Duguin subraya
que el sistema geopolítico depende
de la posición del observador
y del intérprete. Así pues, situado en
medio de Eurasia, su observación de
la Tierra como escenario de la pugna
por el poder le compele a oponerse a
la de MacKinder que, desde su posición
en medio del océano, entiende
que la dominación de la Isla Mundial
pasa por el dominio de los mares y
de las áreas costeras que rodean la
Tierra Corazón, el «Rimland».
En su concepción del mundo, Duguin
corrige a Fukuyama y su fin de
la historia y se alinea con Huntington
en la existencia de un mosaico
planetario de civilizaciones, siendo
la rusa la que da sentido y cuerpo al
concepto de civilización euroasiática,
que él denomina «telúrica», contrapuesta
a la talasocrática, encarnada
por Gran Bretaña hasta 1945
y asumida por los Estados Unidos a
partir de entonces.
Para Duguin, el Corazón de la Tierra
es, pues, Rusia, paladín de la
Civilización de la Tierra por contraposición
a la Civilización del Mar,
separadas ambas por un Rimland o
cinturón costero que ambas se disputan
en una lucha global e implacable,
lideradas por Rusia y Norteamérica
y secundadas una y otra por
Estados telúricos y talasocráticos
respectivamente, siendo la Europa
occidental el más conspicuo representante
de estos últimos.
CARTAGO Y ROMA, DOS
MUNDOS INCOMPATIBLES
En este contexto, imbuido de un sentido
profético de la historia, que señala a
Moscú como la Tercera Roma, una vez
caídas la primera, en el siglo v, a manos
de los bárbaros, y la Segunda, Constantinopla,
en el siglo xv, a manos de
los otomanos, Duguin asimila la Civilización
del Mar a Cartago y la Telúrica
a Roma, como dos poderes opuestos
y adversarios en sus postulados políticos,
económicos y sociales.
Lo que nosotros llamamos Occidente
o mundo occidental es para el analista
ruso una civilización empapada
en el individualismo, el liberalismo y
la lógica comercial. Una Cartago moderna,
pagana e inmoral, enfrentada a
una Roma encarnada por Eurasia, un
poder telúrico caracterizado por unos
valores espirituales superiores, fortalecidos
a través de la historia: conservadurismo,
holismo, antropología colectiva
—el pueblo es más importante
que el individuo—, sacrificio, orientación
idealista y valores de fe, ascetismo,
valor y lealtad.
Con estas mimbres construye Duguin
su cesto geopolítico, sustentado en
una gran cantidad de publicaciones,
intervenciones, conferencias y entrevistas
a medios de comunicación de
diversos países, pues habla, según
algunas fuentes, varios idiomas, entre
ellos ruso, inglés, francés, español,
italiano y alemán. En Fundamentos de
geopolítica, publicado en 1997 y utilizado
como texto en la Academia de
Estado Mayor del Ejército de su país,
desarrolla lo que podría llamarse el
«destino manifiesto» de Rusia de liderar
el espacio de Eurasia, señalado en
los escritos del político belga Jean Thiriart,
adscrito al nacionalbolchevismo
en sus últimos años y partidario de un
imperio eurosoviético que se extendiera
«desde Dublín a Vladivostok».
LA CUARTA TEORÍA POLÍTICA
En 2009 se publicó su libro La cuarta
teoría política, que vendría a superar
a las tres anteriores, liberalismo, socialismo
y fascismo, a su juicio fracasadas.
Este libro es el estandarte del
neoeurasianismo y de la visión telúrica
de Duguin. El escritor y cineasta
francés Emmanuel Carrère, en su obra
Limónov, sobre un opositor a Putin radical
y estrafalario, escribe lo siguiente:
«Los fascistas intelectuales rusos
… son por lo general jóvenes febriles,
demacrados, torpes pero muy leídos
…. Duguin es esa clase de fascista,
pero no es un joven torpe o enfermizo,
es un ogro. Es grande, barbudo, peludo,
anda con los pasos ligeros de un
bailarín … lo ha leído todo, bebe alcohol
a palo seco, tiene una risa franca
y es una montaña de conocimiento
y encanto. En su Panteón están Lenin,
Mussolini, Hitler, Leni Riefensthal,
Mayakovsky, Julius Evola, Jung,
Mishima, Wagner, Lao Tzu, Che Guevara
…. Rojos, blancos, marrones, no
importa. Nietzsche tenía razón: lo que
importa es el espíritu vital».
El espíritu vital de Duguin inunda e
inspira sus libros y sus apariciones
en los medios audiovisuales de todo
el mundo, como estandarte del sustento
intelectual de las directrices de
la política exterior del Kremlin en los
momentos actuales. No parece que
sea el mentor, el asesor o el mensajero
de un solo hombre, sino de una
manera de ver la vida y el mundo de
un país sumido durante los últimos
veinte años en lo que algunos llaman
la revolución conservadora. Recientemente
se le pidió que resumiera en
dos palabras ese supuesto anhelo social
de los rusos: «Zar y socialismo»
fue su respuesta. Toda una definición,
todo un personaje.■