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EL PADRE HUIDOBRO ANTES
DE LA GUERRA
Fernando José María Melitón Huidobro
y Polanco nació en Santander
a las 15:30 horas del día 10 de marzo
de 1903, siendo el sexto de nueve
hermanos. En 1908, la familia se trasladó
a la ciudad de Melilla dado que
el progenitor, José Huidobro y Ortiz
de la Torre, ingeniero, se encontraba
dirigiendo las obras del puerto de la
ciudad. Allí recibió Fernando la Primera
Comunión el 3 de julio de 1911. Al
poco tiempo viajó a Madrid para comenzar
los estudios de Bachillerato,
obteniendo excelentes calificaciones:
25 sobresalientes de 30 asignaturas.
Sintiendo su vocación religiosa, el
8 de diciembre de 1918 Huidobro se
unió a la Congregación Mariana creada
por el padre Leunis para ingresar
después en la Compañía de Jesús a
la edad de 16 años, iniciando su noviciado
el día 16 de octubre de 1919
en la ciudad de Granada. Cursó, además,
estudios de Filosofía entre los
años 1924 y 1927, continuando más
tarde los de Magisterio en la Casa de
Probación de Aranjuez (1927-1929) y
en el Colegio de Nuestra Señora del
Recuerdo en Madrid (1929-1930).
De estatura mediana, complexión atlética
y cara aniñada debida en parte
a sus peculiares gafas redondas,
Fernando Huidobro mostró siempre
una actitud de ayuda hacia sus compañeros
de estudios, así como una
actitud de continua entrega a los demás,
especialmente a los más necesitados:
ancianos, niños, obreros desempleados,
enfermos, convictos, etc.
Numerosos testimonios conservados
en el Archivo de los Jesuitas de Alcalá
de Henares que ha podido consultar
el autor de este trabajo dan prueba
de ello.
Inicia sus estudios de Teología en el
Colegio Máximo de Oña (Burgos) en
1930. Tras la llegada de la Segunda
República española, el gobierno emitía
el día 23 de enero de 1932 el decreto
de disolución de la Compañía
de Jesús: «Quedan disueltas aquellas
órdenes religiosas que estatutariamente
impongan, además de los
tres votos canónicos, otro especial de
obediencia a autoridad distinta de la
legítima del Estado. Sus bienes serán
nacionalizados y afectados a fines benéficos
y docentes». Con tal motivo, el
padre Huidobro se exilia en Bélgica el
día 1 de febrero de 1932, trasladándose
primero a la localidad de Marneffe,
donde continuaría sus estudios
teológicos, y más tarde a la ciudad de
Walkenburg (Holanda), donde fue ordenado
diácono en la capilla de San
Ignacio, celebrando su primer Santo
Oficio el día 27 de agosto de 1933.
Una vez finalizada la carrera de Teología,
completa sus estudios académicos
en Berlín en 1934 y más tarde en
la ciudad de Friburgo, preparando su
doctorado bajo la tutela del prestigioso
filósofo alemán Martin Heidegger,
doctorándose en 1935 en la Facultad
de Filosofía de la Universidad Complutense
de Madrid. A principios del
fatídico año de 1936 realiza un retiro
espiritual finalizado con la renovación
de sus votos.
EL PADRE HUIDOBRO EN LA
GUERRA
El inicio de la guerra civil española el
18 de julio de 1936 sorprende a Huidobro
en el Colegio Pignatelli, en la
localidad de Les Avins (Bélgica), donde
ejercía de profesor. Sus superiores
afirman que sería un gran filósofo
y sacerdote. No obstante, tras un
intenso proceso de meditación, llega
a la conclusión de la necesidad de su
incorporación al frente, como ya están
haciendo muchos de sus compañeros
de la Compañía de Jesús, quienes siguiendo
el ejemplo de capellanes castrenses
de la Primera Guerra Mundial
eligen unidades de primera línea para
realizar su labor de apostolado (principalmente
en la Legión). Como sus
superiores le aconsejaran no acudir
al frente y continuar con su fructífera
labor espiritual en la retaguardia,
el padre Huidobro se ve en la necesidad
de escribir sus motivaciones más
hondas1.
«Vine a este colegio a descansar en
el periodo de vacaciones. Pero ahora
toda relajación ha terminado, por todas
las noticias con las que estamos
aterrorizados sobre las cosas que suceden
en España. Por otra parte, sin
duda, parece que la guerra no tendrá
un final tan rápido. Ahora se me ocurre,
por las tradiciones y el espíritu de
nuestra Compañía, que sería una cosa
conveniente si yo fuese a España, sin
duda, no para tomar las armas, sino
para ejercer los servicios de nuestra
Compañía, esto es para escuchar
confesiones en la guerra, consolar y
robustecer los ánimos, servir a los heridos
en los hospitales o también en el
campo de batalla, recoger a los niños
que quizá no tengan recursos, e incluso
dirigir los ánimos a la misericordia
y la paz, para que no se usen impíamente
para la victoria».
La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid presenta en su entrada un «Siste Viator»
con los nombres de sus alumnos caídos en la Guerra Civil