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de Almagro «el Viejo» con los hermanos
Pizarro. Almagro pensaba que su
gobernación incluía el Cuzco y procedió
a ocupar la ciudad. Al año siguiente,
los seguidores de Pizarro, dirigidos
por Hernando, reconquistaron la antigua
capital de los incas y lo ejecutaron.
Este hecho generó un deseo de venganza
entre los almagristas, los cuales
asesinaron a Francisco Pizarro en Lima
en el año 1541 y colocaron al frente del
Gobierno a Diego de Almagro (hijo) «el
Mozo». Esta situación duró poco, ya
que los enviados de la Corona y los pizarristas
derrotaron a los partidarios
de Almagro y ejecutaron a los principales
dirigentes de la revuelta.
Un año antes, un oficial de Pizarro, Pedro
de Valdivia, que se había distinguido
en la batalla de las Salinas, obtuvo
autorización del gobernador del Perú
para continuar la conquista de Chile,
abandonada por Almagro, en calidad
de teniente gobernador.
PEDRO DE VALDIVIA EN CHILE
El hidalgo extremeño Pedro de Valdivia,
conquistador y colonizador de
Chile, nació en Villanueva de la Serena
(Badajoz) en 1497 y falleció en Tucapel
(Chile) en 1553. Desde muy joven,
sintió la llamada de las armas e
ingresó en el Ejército, situación que le
llevó a tomar parte en la batalla de Pavía.
Hacia 1535 marchó a Venezuela y
poco después, al Perú. Tras ser nombrado
maestre de campo por Francisco
Pizarro en 1537, luchó contra Almagro
e intervino en la batalla de las
Salinas en 1538. Por su participación
en esta fue recompensado con una
encomienda en el valle de la Canela,
concesión a la que renunció a cambio
de la autorización para retomar la empresa
sobre la conquista de Chile que
Almagro dejó en suspenso.
Concedida esta, en 1539 preparó una
expedición conjunta con Sancho de
la Hoz, la cual estaba compuesta por
ciento cincuenta soldados y tres mil
indios auxiliares. Esta recorrió el camino
que Almagro había utilizado a su
regreso de Chile, es decir, atravesó el
desierto de Atacama. En este lugar se
le unió Sancho de la Hoz, quien, tras
fracasar en su intento de asesinar a
Valdivia en junio de 1540, renunció a
sus derechos en la empresa.
El hidalgo
extremeño Pedro
de Valdivia,
conquistador y
colonizador de
Chile, nació en
Villanueva de la
Serena (Badajoz)
en 1497 y falleció
en Tucapel (Chile)
en 1553
Después de una estancia en el valle
del Copiapó, la hueste arribó a Coquimbo
y a la vega del río Mapocho,
un lugar idóneo para asegurar la supervivencia.
En diciembre de 1540,
Valdivia convocó a los caciques picunches,
pueblo asentado en dicho
valle, para manifestarles su intención
de fundar una ciudad en aquel paraje.
Estos no solo no se opusieron, sino
que le señalaron un sitio donde instalarse:
el cerro Huelén. Para los españoles,
aquel enclave era más que suficiente:
presidía un lugar hermoso y
fértil, militarmente resultaba fácil de
defender y, por otra parte, los alrededores
estaban muy poblados, de manera
que no faltaría mano de obra. El
12 de febrero de 1541 nació formalmente
la ciudad de Santiago del Nuevo
Extremo, origen de la actual Santiago
de Chile.
En un principio, la convivencia entre
españoles y picunches parecía funcionar,
pero, pasado el tiempo, las relaciones
con los indígenas empezaron
a torcerse. Hacia mayo de 1541, el cacique
picunche Michimalonco, antes
dueño y señor del valle, se propuso
unir a todos los pueblos de la zona
para, bajo su mando, atacar y expulsar
a los españoles. Sabedor Valdivia
de lo que estaba tramando, marchó
sobre la fortaleza del cacique, la tomó
y apresó al propio Michimalonco.
En el ínterin, ocurrió un suceso que
alarmó a la colonia: llegaban noticias
de que Francisco Pizarro había sido
asesinado. Este hecho podía trastornar
la vida de los españoles asentados
en aquel territorio, toda vez que los títulos
y licencias, empezando por los
del propio Valdivia, dependían precisamente
de él; si moría, todo lo conseguido
en Chile podía verse revocado
ipso facto. En esta tesitura, Valdivia
formó cabildo para que este, por su
autoridad colegiada, lo designara gobernador
y capitán general, es decir,
para que le concediera todo el poder
político y militar sobre el nuevo territorio.
Era junio de 1541.
Solucionada de este modo la situación,
la preocupación de Valdivia era
saber qué estaba pasando en el Perú.
Con Pizarro muerto, los almagristas
se habían hecho con el control. Su
propia hueste chilena estaba formada
por gente que había sido partidaria
de Almagro. El jefe del cabildo
informó al gobernador sobre un posible
complot para asesinarle, razón
por la que debía estar en guardia.
Pero, mientras el conquistador cuidaba
sus espaldas, en el exterior el
cacique Michimalonco había levantado
a los innumerables pueblos de
la región, reuniendo miles de lanzas
en el valle del Aconcagua. La convocatoria
tenía como objetivo común liberar
a los caciques presos en Santiago
y expulsar a la gente extranjera
que había venido a esas tierras, había
echado a los suyos y ahora pretendía
dominarlos a todos. Así, Santiago
quedó rodeado.
Valdivia, que temía más a los indios del
sur que a los del norte, decidió dividir
la hueste. En Santiago dejó a Alonso
de Monroy con cincuenta hombres y
doscientos yanaconas. Él marcharía
con el resto al sur para desmantelar
la amenaza procedente de dicha zona,
en la certidumbre de que las precarias
alianzas trenzadas por Michimalonco
se romperían una vez él solucionara el
problema. En mala hora lo hizo.
El 11 de septiembre un numeroso
contingente de indígenas capitaneado
por Michimalonco se presentó a
las puertas de Santiago. Este cacique
no ignoraba lo determinante que era
la caballería; tampoco desconocía el
efecto de los arcabuces, pero sabía