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llama El 2 de mayo, y sigue vigente en
el repertorio de nuestras bandas militares;
tristemente esta fue su última
composición, porque murió al poco
tiempo de haberla estrenado.
El 10 de diciembre de 1898, después
de una guerra injusta, y quijotesca
por nuestra parte, España y Estados
Unidos firman el llamado Acuerdo
de París, la certificación escrita de
la total desaparición del que fuera el
gran Imperio español. La rendición
en Cuba había tenido lugar meses
antes, en julio. El impacto sobre la
sociedad española fue terrible, y el
que hasta entonces había sido considerado
como el canto patriótico por
excelencia, el pasodoble de Chueca
Cádiz, que casi llegó a convertirse en
himno nacional, pasó a ser maldito,
al ser motejado por el mismo pueblo
que antes lo enalteció, como la
expresión escarnecedora de un españolismo
chauvinista, de un patrioterismo
barato, al que acusaban de
haber sido el animador de la loca insensatez
que llevó a España a entablar
una lucha tan desigual. El paso
del tiempo llevó las cosas a su sitio, y
hoy Cádiz sigue siendo una gran marcha
militar.
El 10 de diciembre
de 1898, después
de una guerra
injusta, y
quijotesca por
nuestra parte,
España y Estados
Unidos firman el
llamado Acuerdo
de París
Solo once días antes de la firma del
acuerdo, se estrenaba en el teatro de
la Zarzuela Gigantes y cabezudos,
con música de Fernández Caballero
y texto de Miguel Echegaray. El entusiasmo
del público superó todo lo
imaginable, un público deprimido por
la humillante derrota agradecía todo
aquello que le levantase el ánimo, y
nada mejor para conseguirlo que la
bravura y la reciedumbre aragonesas.
La obra es una apoteosis de la jota,
que aparece ya desde el inicio. Pero
el desastre está demasiado cerca y la
nostalgia es inevitable, por eso emocionó
tanto un número, el celebérrimo
Coro de repatriados, que cantan los
derrotados de Cuba. Según un crítico
de la época: «Una marcha lenta, triste,
impregnada de cansancio y amargura,
donde asoma la jota, con acentos
de nostalgia. Los repatriados que
cantaban salían del patio de butacas
disfrazados de soldados y el público
llegó a creer que eran verdaderos, lo
que aumentó el entusiasmo».
Tanto El sitio de Zaragoza como Cádiz
son obras dedicadas a ensalzar las
virtudes patrias ante la invasión francesa.
A partir de ahora, nos encontraremos
con músicas y letras destinadas
a exaltar esos mismos valores
patrios y elevar la moral de pueblo y
el Ejército ante las llamadas guerras
de África, que comenzaron con la
de 1859-1860, gobernando Isabel II,
y terminaron en 1927, reinando Alfonso
XIII, durante la dictadura de Primo
de Rivera.
Desde ese año de 1860, había paz en
Marruecos, pero el conflicto seguía
latente, por eso los temas referentes
a esa primera guerra eran muy bien
acogidos por el público. El 28 de julio
de 1893, Fiacro Yrayzoz, libretista,
Cartel de «Gigantes y cabezudos» Manuel Fernández Caballero