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muchas veces por las músicas militares.
Las obras de las que vamos a tratar a
continuación no tienen ese carácter
patriótico, pero sí que se inspiran en
temas militares y normalmente tienen
un carácter amable y festivo.
Siguiendo un criterio más o menos
cronológico, nos encontramos con un
estreno en el teatro Felipe de Madrid
en junio de 1890, resultado de una curiosa
apuesta de componer una zarzuela
sobre un título elegido al azar.
A Federico Chueca le tocó El chaleco
blanco y, con letra de Ramos Carrión,
compuso un delicioso episodio
cómico-lírico: en él se hace coincidir
a orillas de un río a unas lavanderas
con una banda de cornetas que ensayaba
por allí y un bollero que vendía su
mercancía, lo que da lugar al famoso
coro de las lavanderas, al pregón del
bollero y a un garboso pasacalles militar
que, con los marciales sones de
trompetas, dice «Qué alegría da, qué
bonito es ver formar, ver salir a la tropa
del cuartel».
Medio año más tarde, el compositor
Fernández Caballero estrena en el
inevitable Apolo una zarzuela de ambiente
totalmente militar, con letra de
Carlos Arniches y Celso Lucio. La acción
se desarrolla en un campamento
militar cercano a un pueblo y el título
tampoco puede ser más militar: El
cabo primero. Aunque, sin duda, su
éxito principal radica en la bella romanza
Yo quiero a un hombre, también
los números de soldados y sargentos,
como Era una cantinera de
primera, el Coro de rancheros o ¡De
frente!, tuvieron una muy buena acogida
por el público.
En el siguiente siglo, en 1904, nuestro
ya conocido Gerónimo Giménez,
en colaboración con Amadeo Vives,
estrena en el teatro de la Zarzuela El
húsar de la guardia, zarzuela con ribetes
de opereta. En uno de sus números
cómicos, se cantaba «Al coronel
de un regimiento orden le dieron
de marchar. Y al regresar el coronel
le coronaron de laurel». Esta canción,
que se conoce como Al coronel de un
regimiento, fue un número de los de
más éxito.
En marzo de 1909, se estrena en el
Apolo un cuento de inspiración militar,
así lo definen sus autores, Carlos
Arniches y Félix Quintana, al que le
pone música José Serrano. Se trata
de un cuento en prosa con escenas
musicales; es decir, una zarzuela al
uso en su época. La acción se desarrolla
durante la primera guerra carlista
y, aparte de la protagonista femenina,
tres soldados son los principales
personajes de la obra. A uno de ellos,
el recluta Tajuña, se le conoce por su
apodo: La alegría del batallón, y ese
es precisamente el título de la zarzuela.
De esta obra es la famosa canción
guajira Al mismo rey del moro, que
canta precisamente el recluta, por eso
también se le llama La canción del recluta.
Seguimos avanzando en el siglo, y
en Valencia primero, en noviembre
de 1916, y casi dos años más tarde en
Madrid, se estrena una zarzuela que al
decir de los entendidos es una de las
más bellas que se han escrito. Sus números
permanecen en la memoria de
los aficionados al género e, incluso, en
la de otros que no lo son tanto: Mujer
primorosa clavellina, Marinela, Marinela,
Canta el trovador y la que ahora,
por su tema, nos interesa, el apoteósico,
según los comentaristas, Soldado
de Nápoles. Esta pieza, con brioso
José Serrano Cartel de «La Canción del Soldado»