Don Alejandro Farnesio, embarcado
en la capitana de Génova, se lanzó
en cabeza al abordaje de una galera
acompañado del soldado Alonso
Dávalos. Mataron a cuantos turcos les
salieron al paso y llegaron casi a popa
solos, donde, alcanzados por quienes
les seguían, se sorprendieron de
la tremenda cantidad de sangre enemiga
que les cubría.
La hazaña del soldado Francisco
Montañés, armado de peto, espaldar
y una alabarda, es digna de reseñar
como ejemplo de fiereza. Lanzado
al asalto de una galera turca, le cortó
el paso un valiente jenízaro. En la
lucha cuerpo a cuerpo ambos cayeron
al mar. En duro combate sobre las
aguas, le arrebató una hacheta húngara
que llevaba al cinto y le hizo pedazos
la cabeza, esparciendo con sus
manos los sesos por el mar. Regresó
nadando a su galera, trepó por la borda,
agarrado a una pica que le lanzaron,
y, tras reponerse del esfuerzo, se
lanzó de nuevo al asalto y mató a cuatro
enemigos.
El más célebre soldado de los tercios,
Miguel de Cervantes, del tercio de Miguel
98 / Revista Ejército n.º 960 • abril 2021
de Moncada, en la compañía del
capitán Diego de Urbina y a bordo de la
galera Marquesa, al mando del capitán
Sancto Pietro, se encontraba en la bodega
solo, desamparado y abrasado de
fiebres antes del combate. Un pensamiento
le abordaba, que más tarde escribiría
en su libro inmortal: «más bien
parece el soldado muerto en la batalla
que vivo y salvo en la huida». Oyó gritar
en cubierta «¡Al arma, al arma!», y
saliendo de la manta que le abrigaba
tomó su espada y pidió un puesto en
el combate. El capitán le mandó al esquife,
bajel para salvamento, un poco
elevado sobre cubierta, desde donde
un grupo de arcabuceros lo utilizarían
como posición ventajosa para disparar.
Era un soldado bisoño, seguramente
no diestro con el arcabuz, pero
colaboró ayudando a sus compañeros,
valientemente, empleando su espada.
Sin duda, representaban un objetivo
prioritario para los enemigos. Recibió
dos disparos en el pecho y otro,
posteriormente, en la mano izquierda,
que le quedaría inútil, sin que llegase
a soltar en ningún momento el acero
de su mano derecha hasta que acabó
el combate.
Los tercios, con su contrastado protagonismo,
dieron su sangre con generosidad
para el logro de la victoria,
contándose 2000, entre muertos
y heridos, del total de 6000 pérdidas
que sufrió la flota cristiana. Los turcos
perdieron 40 000 hombres, contando
10 000 prisioneros. La tercera parte
de los efectivos de estos tercios, con
gran número de capitanes a la cabeza,
se perdieron en la batalla.
BIBLIOGRAFÍA
- Son más de una decena las obras
consultadas, pero quisiera destacar
la obra Los Tercios de España en la
ocasión de Lepanto del SHM. 1971,
del coronel José María Garate Córdoba.
Es una excelente investigación
de los antecesores de AEME
en la que se han sustentado muchas
publicaciones posteriores.■
Rocroi, el último tercio. (Obra de Augusto Ferrer-Dalmau)