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estatales, como el terrorismo transnacional
y sus franquicias.
Se ha aceptado
la idea general
de disponer
de ejércitos
numéricamente
reducidos pero
profesionales,
bien dotados, con
alta disponibilidad
y vocación
expedicionaria
Para afrontar con éxito esos riesgos
y amenazas es necesario habilitar las
capacidades adecuadas y un elemento
básico para materializarlas es la
disponibilidad de personal. En documentos
y declaraciones se reitera la
necesidad de extender la conciencia
y cultura de Defensa, que es una
cuestión crítica, porque una sociedad
desinformada, indolente o sin percepción
real de las amenazas que penden
sobre ella, o sobre su necesidad de
defensa, se pone en peligro. Por esto
es preciso conseguir que los ciudadanos
asuman la idea de que —en caso
necesario— se les puede exigir una
prestación personal que puede incluir
el servicio militar, que esa posibilidad
pende sobre todo español de ambos
sexos durante determinado segmento
de edad y que, como la puesta en
práctica «no se debe improvisar», es
conveniente mantener una atención
mínima hacia esta responsabilidad.
Se ha aceptado la idea general de
disponer de ejércitos numéricamente
reducidos pero profesionales, bien
dotados, con alta disponibilidad y vocación
expedicionaria. Por otra parte,
observamos que de esos ejércitos
se segregan parte de sus capacidades
—incluso de manera permanente—
para su empleo especializado en
tareas no propiamente militares, que
suscitan un indudable apoyo político,
social y mediático, así como una
imagen benéfica o menos violenta de
la institución militar. Parece como si
fuera necesario justificar continuamente
la necesidad de la existencia
de las Fuerzas Armadas, demostrar su
utilidad y su conveniencia, incluso en
un contexto de paz, pero sin subrayar
lo que es su verdadera esencia, que
es la defensa —en sentido muy material—
de la sociedad de la que emanan
y a la que sirven, que se consigue mediante
la disuasión del potencial enemigo
al presentarse ante este con una
organización sólida y respaldada por
la sociedad, unos medios eficaces y
una decidida actitud para emplearlos,
teniendo muy presente que «en todo
caso el argumento general y más genuino
del Ejército es la intervención
armada, es decir, el combate»3.
Aunque actualmente predominen los
conflictos asimétricos o la llamada
guerra híbrida, la doctrina de empleo
de las fuerzas terrestres contempla
un espectro del conflicto que culmina
en el combate generalizado. Entre
los factores que pueden determinar
las modalidades de los próximos conflictos
cabe destacar la pujanza de
ciertas potencias emergentes en los
aspectos demográfico, económico
y militar, así como la expansión del
campo de batalla, que ha incorporado
el espacio y el ciberespacio a los
tradicionales de tierra, mar y aire. En
particular, el ciberespacio se muestra
como un campo virtual, muy tecnificado
pero relativamente accesible, a
la vez que inseguro y cambiante, en
el que sin confrontación física caben
efectos demoledores.
Las Fuerzas Armadas segregan parte de sus capacidades para su empleo especializado en tareas no propiamente militares