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territorio perteneciente a España del
cual eran responsables. La moral era
alta y aunque se sabían en inferiores
condiciones, tenían los medios para
afrontar la defensa. El agua no era un
problema, los víveres y las municiones
tampoco resultaban escasos y la
posición reunía las condiciones idóneas
para aguantar las acometidas
de cualquier enemigo. A la vista de
las anteriores premisas, únicamente
era cuestión de mantenerse firmes y
esperar refuerzos.
A pesar de las dificultades, la lealtad
a la Patria a la que habían jurado fidelidad
les dio un motivo y a la vez
fuerzas para afrontar su sacrificio.
En palabras de uno de los principales
protagonistas de la gesta «…
subíamos de noche y mudábamos
con verdadero entusiasmo, bien sabe
Dios que lo digo sin alardes, aquella
enseña venerable que, al día siguiente,
flameando todavía más alta, parecía
como retar a los sitiadores y, a un
mismo tiempo, bendecirnos a nosotros
»1. Como muestra del cariño de
aquellos hombres a su bandera, en el
mes de mayo, cuando la situación era
dramática, se tomaron el desvelo de
sustituir la enseña desgarrada por los
impactos de fusilería y las inclemencias
climatológicas que ondeaba en
lo alto de la torre por una nueva confeccionada
con las cortinas burdeos
que cubrían las imágenes de los santos
y un mosquitero de color pajizo.
Por otra parte, durante la insurrección
no habían sido pocos los prisioneros
españoles enfermos y heridos
que habían sido abandonados a su
suerte por el enemigo al no poder
ganarse su sustento. Contando con
heridos antes del comienzo del sitio,
la vida de estos dependía en gran medida
del mantenimiento del mismo,
por lo que decidieron afrontar juntos
el sacrificio.
En palabras del 2.º teniente Saturnino
Martín Cerezo —último jefe de la
defensa— «Bien poco era todo ello,
contrastando con el desarrollo de la
epidemia, las fatigas del sitio y lo remoto
de que se pudiera socorrernos,
pero aún teníamos suficientes municiones,
una bandera que sostener
mientras nos quedara un cartucho y
un sagrado depósito —el de los restos
de nuestros compañeros— que
guardar contra la profanación del
enemigo. Podíamos resistir y resistimos
»2.
«PODÍAMOS RESISTIR Y
RESISTIMOS»
Conocedores de la pérdida de la armada
del almirante Montojo en Cavite
y del bloqueo norteamericano
a Manila, el corte de las comunicaciones
recomendó pronto afrontar
la transformación de lo que era una
iglesia en un fuerte inexpugnable.
Al comienzo del asedio, el 30 de
Los defensores
de Baler tenían
como motivos
el cumplimiento
del deber, el amor
a España y el
compañerismo
Plano de la posición realizado por el teniente Martín Cerezo