veraz testimonio de lo que fue aquella
hecatombe.
El libro, dedicado A los caídos, se
abre en las «trincheras gredosas de
Champaña», primer destino de un
Jünger soldado incorporado al regimiento
de Hannover. La llegada al
frente cuando apenas llevamos dos
páginas de lectura es descrita sin
contemplaciones y refleja las primeras
dudas y miedos del joven recluta.
No fue tanto el artificio bélico
—estallido de bombas cercanas,
convoyes con heridos trasladados
a la retaguardia, muertos por doquier—
44 / Revista Ejército n.º 938 • junio 2019
como la actitud de los veteranos
lo que inquietó al protagonista,
pues estos «tipos barbudos nos saludaban
con una amabilidad un tanto
irónica. Nos preguntaron cómo seguían
las cosas por Hannover y si no
se iba a terminar pronto la guerra…
De pronto interviene un cabo: “Silencio,
coño, ¿o es que se creen
ustedes que los franchutes tienen tapadas
con mierda las orejas?”. Después,
cargan los fusiles con “secreta
voluptuosidad” y se pierden en la noche
camino de su primer combate…».
El tono realista y
sencillo es el que
marca el estilo de
la obra, alejado de
cualquier retórica
antimilitarista
Este tono realista y sencillo es el
que marca el estilo de la obra, alejado
de cualquier retórica antimilitarista
—que lastra de principio a
fin el Sin novedad en el frente de
Remarque (quien, por cierto, confesaría
mucho después haber tenido
como referente las Tempestades
de Jünger)— pero también de exaltaciones
extemporáneas, por más
que algunos quisieran ver en la obra
un alegato o exaltación belicista2.
La cruda realidad es ofrecida al
lector tal y como se vio, con la parquedad
propia de un soldado —luego
oficial— de infantería destinado
continuamente en primera línea3:
«Y cuando la Muerte azotaba las
trincheras con su látigo de acero y
de los derruidos taludes de barro
brotaba una humareda lenta, saltábamos
por encima de tablones y
alambradas rotas. Varias veces quiso
asignarnos nuestro coronel un
tramo más tranquilo de la posición
defendida por nuestro regimiento;
y siempre la compañía entera había
suplicado como un solo hombre
que se le permitiera continuar
en el Sector C… Durante la mañana
el centinela del flanco izquierdo ha
sido herido por un balazo que le ha
atravesado las dos mejillas. La sangre
salía a borbotones de la herida
en gruesos chorros. Para que la
desgracia fuera completa, hoy ha
venido también a nuestro sector el
alférez von Ewald; quería hacer unas
fotos de la zapa N, que queda a solo
unos cincuenta metros de distancia
de nuestra trinchera. Al darse la
vuelta para bajarse del apostadero,
un proyectil le destrozó la nuca.
Murió en el acto. En el apostadero
quedaron grandes trozos de hueso
de su cráneo».