algunas reflexiones sobre el mando de unidad opinión 691
que se nota en el cómputo general de resultados
de la Unidad. Por tanto, primera regla de oro
que podemos extraer en lo escrito hasta ahora:
disponibilidad permanente del jefe para hacer
frente tanto a los problemas de la unidad como
a los de su personal.
Siempre hay que buscar un momento para escuchar
a quien se encuentre en apuros y tratar
de darle soluciones, por uno mismo o buscando
la forma más adecuada.
Dado que el tiempo de mando es corto, sería
imposible tratar de tener una conversación diaria
con cada persona de la unidad, por lo que
cada vez que se tenga oportunidad se debe
intentar que sienta que, en ese momento, él o
ella son lo más importante para su jefe. De esta
forma, el personal se sentirá escuchado y su motivación
subirá muchos enteros, al igual que su
rendimiento.
Pero debe quedar claro que no se atiende al
personal por el mero hecho de que rindan más,
¡no!, sino que como jefes tenemos la responsabilidad
de velar por su seguridad e intereses.
Se nos ha confiado una unidad compuesta por
personas que tienen unos sentimientos y unas
necesidades que debemos atender de la mejor
manera posible, y eso supone dedicarles todo el
tiempo necesario.
Pero si escuchar es imprescindible, no lo es
menos saber comunicar. Se decía antes que un
buen jefe de unidad no tiene que ser el más experto,
ni el mejor conocedor de todos los sistemas
de su unidad, pero sí debe ser un buen
comunicador.
La escucha paciente mejora la comunicación,
pues facilita el diálogo, pero es conveniente
que un jefe de unidad sepa, además, qué decir
y cuándo hacerlo. Decía el filósofo «no hables
nunca si no vas a poder cumplir lo que digas».
Llegado a este punto se distinguen dos facetas:
una, la comunicación de asuntos oficiales y
de trabajo, que deben ser trasladados a los interesados,
y a quienes les afecten o tengan la
necesidad de conocer en tiempo y forma adecuados,
y la otra es la respuesta a problemas
personales, de índole exclusivamente individual.
Un buen jefe de unidad no debe tratar a todos
por igual, ¡no somos robots!, y el remedio o
la solución que para uno vale, no tiene por qué
ser válido para otro. «Pan para todos» no es una
buena estrategia, salvo en cuestiones regladas,
en cuyo caso sí es conveniente no hacer excepción
alguna.
revista de aeronáutica y astronáutica / septiembre 2021