dosier 709
Si hay algo que caracteriza hoy día al Ejército del Aire
es su flexibilidad, su capacidad de despliegue y la posibilidad
de ofrecer una gran potencia de fuego en poco
tiempo y de manera concentrada. Ya se ha demostrado
sobradamente en los últimos 25 años en los teatros de la
extinta Yugoslavia, Afganistán, en los destacamentos de
la Policía Aérea del Báltico o, desde 2015, en Irak.
Precisamente en este último país, a raíz de la Operación
Inherent Resolve (OIR), se desplegaron fuerzas
españolas para asistir y entrenar a las tropas iraquíes
en su lucha contra el entonces autoproclamado Estado
Islámico, el cual había ocupado una gran extensión de
terreno en el norte de Irak y en el vecino estado de Siria.
Dichas fuerzas se posicionaron inicialmente en dos
revista de aeronáutica y astronáutica / septiembre 2021
ubicaciones: el aeropuerto de Bagdad y la base Gran
Capitán, en el Besmayah Range Complex (BRC), a unos
30 kilómetros al este de la capital y a tan solo 100 de la
frontera con Irán.
En la base Gran Capitán se concentró, a lo largo de
cinco años y medio, el grueso del contingente español
en Mesopotamia, con diferentes agrupaciones del Ejército
de Tierra que fueron rotando cada seis meses hasta
el cierre de la misión en agosto de 2020 en un total de
12 relevos. Por su parte, el Ejército del Aire fue requerido
para, como es habitual en este tipo de misiones, dotar
de la capacidad de integración aire-suelo (air-land
integration, ALI en sus siglas en inglés) a la agrupación
terrestre. La unidad de referencia en las Fuerzas Arma-
Imagen: Alfonso Cortés Pinilla