revista de aeronáutica y astronáutica / septiembre 2021
698 McDonnell Douglas F-4 Phantom
donde por triangulación desde las
dos torres el controlador daba la puntuación
a cada tirador. Este SU-20 ofrecía
la posibilidad de entrenar hasta
diez pasadas calientes en cada misión
de tiro A/S. Para mantener a los cuatro
aviones tiradores bien distribuidos en
el circuito cuadrado sobre el polígono,
había que volarlo con precisión y sin
relajarse, lo que obligaba a efectuar
cada giro en cada esquina con un viraje
«cargado» a cuatro o cinco G, que
con el enérgico tirón de la recogida
después de la suelta en cada pasada,
se contabilizaban un mínimo de 50 tirones
por misión, lo que representaba
un gran esfuerzo físico tanto para los
aviones como para los pilotos.
Es de destacar las misiones de tiro
nocturno (TAS-N) que consistían en
tirar en plena noche con una mínima
iluminación de la diana del blanco
principal. Cada tirador portaba una
«bengala» que era otro artefacto
como un gran cilindro de un metro
de largo y unos 30 cm de diámetro,
directamente colgado al pilón central.
Su manipulación en tierra era delicada
ya que los manuales señalaban cierto
riesgo de encenderse en el suelo. De
hecho, se conocía que en EE.UU. ya se
había producido algún accidente, con
resultados catastróficos. Cuando se
encendía, colgaba de un paracaídas
y proporcionaba una cierta bola de
iluminación, blanquecina y fantasmal,
durante unos 10-15 min. Los pilotos
llamaban a esto el «efecto tazón de
leche». Esta peligrosa misión requería
una atención máxima a todos los parámetros
del tiro, en todo momento,
especialmente en la recogida. Afortunadamente
el ser un avión biplaza
disminuía mucho los riesgos por el tan
frecuente «vértigo de instrumentos».
Si la labor del copiloto siempre era necesaria,
aquí se tornaba esencial.
Para las prácticas de tiro A/A de
otras aeronaves de caza se disponía
de un «dardo», una especie de flecha
de madera y aluminio con un contra-
Inicio alerta del F-4C
Primer 123 Escuadrón del Ala 12