«Los albéitares-mariscales y los caballos que vinieron de Nápoles a la caballeriza de carlos »...
Sanid. mil. 2021; 77 (3) 159
de lo dicho que el número de estos profesionales era escaso.
Comisionar a un profesional de la medicina del caballo, para
incorporarse desde Palacio, o desde una unidad de Dragones o
de Húsares, a la comitiva del trasporte de 80 semovientes, entre
caballos, yeguas y potros, desde Nápoles a Madrid, era una
operación difícil, de importante calado logístico y económico,
como pretendemos demostrar en este trabajo. En la Corte de
Carlos VII en Nápoles, los équidos son atendidos por nueve
albéitares. Uno de ellos es considerado ‘mariscal de primera
clase’, con un sueldo superior a los demás que le siguen en el
escalafón. Dos mariscales de su Caballeriza (Antonio Perla y
Leonelli) acompañan al entronizado Carlos III a España. Esta
circunstancia obligó, sin poderlo acreditar todavía, con docu-mentos
de fuentes primarias, a que en la comitiva de traslado
figurasen uno o dos mariscales, los más modernos del escala-fón
de la real caballeriza napolitana, aunque sospechamos (por
uno de los documentos que adjuntamos) que Perla y Leonelli,
los más experimentado, recibieron la orden para acompañar
y atender profesionalmente las incidencias sanitarias de los
semovientes. Al llegar a España, Carlos III incorpora a la Real
Caballeriza de palacio a Antonio Perla y lo distingue, de los
demás albéitares-mariscales de la caballeriza, con un sueldo
superior1. En este estudio describiremos cómo se realizó el tras-lado
y las vicisitudes por las que pasó la comitiva durante los
más de 2.200 kilómetros que tuvieron que recorrer, a veces por
caminos impracticables.
MATERIAL Y MÉTODO.
El material utilizado para la realización del presente trabajo
han sido una serie de manuscritos contenidos en el Archivo
General de Palacio sección Reinados, Carlos III. Manuscritos
del Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza de Toledo,
mapas y documentos de la época, así como bibliografía con-temporánea.
Dentro del material utilizado creemos interesante
reseñar especialmente los documentos siguientes: los mapas edi-tados
por M. Robert y su hijo Robert de Vagoudy, Atlas Portatif
Universel et Militaire2, publicado en París en 1748 y el Atlas Uni-versel3
publicado en París en 1757. La Carte de Regni di Napoli
e di Sicilia de Luigi Bolifoni, dedicado a “Carlo Re di Napoli,
infante di Spagna, …” publicada en Nápoles en 17344. Una obra
muy interesante para el seguimiento de la ruta seguida ha sido
El itinerario de las carreras de Posta de dentro, y fuera del Reyno5
de Pedro Rodríguez Campomanes publicada en Madrid en 1761,
solo un año después de la llegada de los caballos a Madrid. La
ruta en España se ha contrastado además en la Guía general de
Postas para el año de 17856 y el Mapa de las carreteras y postas
de España7, de 1804 ambas obras de Bernardo Espinalt y García.
DESPLAZAMIENTO POR TIERRA DE LA COMITIVA.
Cuando Carlos VII de Nápoles fue nombrado rey de España,
tras el fallecimiento de su hermano Fernando VI sin descen-dencia,
Carlos III decidió traerse los caballos que formaban su
caballeriza, al menos los más estimados del uso “de la persona”.
Los caballos fueron conducidos por tierra desde Nápoles hasta
la corte, no llegaron a Madrid, sino que fueron directamente al
Real Sitio de Aranjuez. Desconocemos la razón por la cual, en
lugar de traerlos vía marítima, como vino él con su séquito, fue-ron
conducidos vía terrestre, en todo caso realizaron un viaje
muy largo con caballos, yeguas y potros, algunos de ellos nacie-ron
en el camino. Posiblemente la elección de la vía fuera debido
a que el viaje, aunque de una duración más larga, podría ser
considerada una opción más segura para ese número de caballos.
Las ciudades por las que pasó la comitiva tras la salida desde
Nápoles, fueron: Roma, Florencia, Génova, Turín, Lyon, Mont-pellier,
Figueras, Barcelona, Zaragoza y Guadalajara, para llegar
finalmente a Aranjuez, sin pasar por Madrid, según se ordena en
un documento fechado el día 14 de abril de 1760 en Guadala-jara
y que responde a una orden del Marqués de Squilace del
día 11 del mismo mes, en la que se ordena que “cuando llegue
a esta ciudad Franco Bartoli con varios tiros de caballos del Rey,
que conduce de Nápoles, le suministre dinero y lo demás que nece-site,
con una Guia práctica que lo dirija al Real Sitio de Aranjuez
en derechura, sin entrar en Madrid lo que ejecutará puntualmente
como VE manda.” 8
El día exacto de salida no aparece en los documentos utili-zados,
pero Carlos III salió de Nápoles vía marítima el día 7 de
octubre de 17599 con destino a Barcelona. Debemos suponer que
la salida de los caballos sería en los días previos a la partida de
la familia real. De hecho, en uno de los documentos del legajo
antes mencionado se indica que se ha de pagar a algunos de los
integrantes de la comitiva desde el 1 de octubre, lo cual indica
que o bien salieron ese día o ya estaban dispuestos para iniciar
el viaje.
El día 20 de diciembre de 1759 la comitiva que conducía los
caballos de Carlos III estaba en Roma. El camino desde Nápo-les
a Roma debió realizarse, acorde con los mapas de Italia de
Robert y Robert de Vagoudy publicados en 1748 y 1757 y la obra
de Bolifoni de 1734, siguiendo el siguiente trayecto que pasa por
las poblaciones: Nápoles, Aversa, Capoue, Francolissi, S. Agata,
Garigliano, Mola, Fondi, Terracina, Piperno, Casenove, Sermo-neta,
Cisterna, Velletri, Marino y Roma (Mapa 1). De Nápoles
a Roma había 19 postas y una distancia de 152 millas italianas,
que equivalían a 35 leguas comunes de España.
En la capital de los Estados Pontificios descansaron caba-llos
y cuidadores y el responsable del traslado, el Caballerizo de
Campo Luigi Papagalli recibió, de manos de D. Francisco Ber-múdez
de Sotomayor tesorero del Giro de Roma, 1.500 escudos
romanos para atender los gastos “de los caballos y las personas
que los conducían”. Según se acredita en el escrito que este envió
al Marqués de Squilace el 21 de febrero de 1760 reclamando, en
realidad suplicando, el reintegro de las cantidades adelantadas a
Papagalli en los siguientes términos “Hago a V.C. esta reverente
suplica con la esperanza de que en la justa consideración de V.C.
hallaran el debido apoyo los motivos que he tenido para facilitar
estos caudales al citado Papagalli, con el fin de que pudiese des-empeñar
la Real Comisión de que iva encargado”10, según expresa
en un escrito.
La estancia en Roma debió durar varios días, aunque lo más
razonable sería que se hubieran quedado en Roma hasta des-pués
del día de Navidad. Era una marcha que debía realizarse
cuidadosamente, habida cuenta de la calidad de los animales
que transportaban. Hemos de suponer que la parada técnica en