Aparicio-Tovar M.A.
“gastos y mantenimiento de los caballos y yeguas que traigo a mi
cargo desde Nápoles para sus Magestades”. Al final reitera la canti-dad,
dice “son 291020 rs y 13 mrs”.
Nuevamente el Sr. Joseph de Condemina, en escrito fechado el
26 de abril, informa a Squilace, además de remitir el recibo firmado
por Papagalli del dinero recibido, que deberían haber salido el 25
pero se van a retrasar hasta el día 28 porque una yegua había parido
un potro y hay otras dos preñadas.
La estancia de los caballos y yeguas en Barcelona genera una
intensa actividad epistolar informativa entre el Intendente, el Mar-qués
de Condemina y el Marqués de Squilace, a fin de tener al Rey
informado de todos los detalles, habida cuenta de su interés por “las
más mínimas cosas”, como dice un escrito de fecha 27 de abril.
El tiempo se manifestaba bastante inclemente con grandes lluvias y
“grandes lodos” que provocaron un retraso en la salida prevista de los
animales, a lo que se sumó el nacimiento de un potro y la gravidez de
otras dos yeguas en la manada. A estas causas, que creaban una sensa-ción
de inquietud en los responsables, hubo que añadir la amenaza de la
aparición del muermo en uno de los potros, según informa el Marqués
de la Mina de su propia mano cuando informa que: “ahora me dicen
que un potro está resfriado, con amenaza de muermo, y si no pasare
adelante, saldrán las Yeguas al termino expresado”. Por suerte, parece
que se trataba de un resfriado porque pudieron continuar viaje y no se
menciona en ningún otro momento la aparición de tan temida enferme-dad,
que hubiera supuesto una emergencia a resolver.
Al final los animales y los encargados de su conducción pudie-ron
retomar la marcha el día 6 de mayo, pero tuvieron que volver a
parar a tan solo cinco leguas de Barcelona, en Martorell, según se
informa a Madrid en escrito fechado el 12 de mayo, que “habiendo
llovido después sin cesar, fue preciso detenerlas en Martorell y sere-nado
ya el tiempo han marchado de aquella villa, y las supongo
esta noche en Igualada”. Eso significa que, de Barcelona a Igualada,
separadas por una distancia de 12 leguas emplearon más tiempo del
calculado, en seis días avanzaron 12 leguas, 2 leguas al día, reco-rrido
similar al realizado en el trayecto Roma-Turín.
La duración del viaje desde Barcelona a Madrid estaba prevista
en 33 jornadas de marcha y 11 días de descanso, un día de descanso
cada tres de marcha. Ese plan significaba un trayecto medio de 3,4
leguas/día o lo que es igual 19,2 km/día de marcha. Una distancia
escasa, comprensible dado que venían yeguas que habían parido en
el camino, en Montpellier y en Barcelona, y también potros de muy
corta edad, además un tiempo poco favorable, y es de suponer que
los caminos, que no deberían ser demasiado buenos, debían estar
además pocos practicables por las lluvias y con muchos lodos.
A partir de esta información no volvemos a tener noticia de los
lugares por donde pasó la comitiva de las yeguas hasta su destino
final, que debemos suponer eran las caballerizas de Aranjuez. No
obstante, sabemos la ruta que obligadamente debieron seguir es la
registrada en el Mapa de las carreteras de Postas de España de Ber-nardo
Espinalt y García, publicado en 1801.
Según este mapa la única vía posible de la época, una vez alcan-zada
la población de Igualada era continuar por Cervera y Gómez
hasta Lérida, de ahí continuar por Fraga, Bujaralez hasta alcanzar
Zaragoza, donde los caballos sabemos que descansaron y hemos de
suponer que las yeguas con mayor motivo.
Desde Zaragoza la ruta continuaba por La Muela, Venta de
la Ramera, Almunia, Calatayud, Monreal y Arcos, hasta llegar a
Lodares donde se encontraba con la ruta que venía de Bayona por
164 Sanid. mil. 2021; 77 (3)
Navarra. Desde Lodares se continuaba hacia el suroeste pasando por
Bujarraval, que en la actualidad tiene 31 habitantes, Almadrones,
Grajartejos, Torija y Guadalajara. Desde Guadalajara se continuaba
por Alcalá de Henares, Baciamadrid29, Arganda, Bayona, población
que hoy día no existe y Aranjuez (Mapa 3).
Considerando que, dado que la marcha propuesta no implicaba
una distancia diaria excesiva con gran esfuerzo para los animales,
es posible que recuperaran el tiempo perdido a lo largo del trayecto,
con lo cual hemos de pensar en la posibilidad de que llegaran final-mente
el día 19 de junio de 1760. En este caso habría empleado casi
nueve meses en el viaje de Nápoles a Aranjuez.
COSTE DE LA EXPEDICIÓN.-
El traslado de una yeguada formada por 80 cabezas de caballos,
yeguas y potros desde Nápoles a Madrid a mediados del siglo XVIII
debió ser una operación compleja y costosa. La determinación del
coste no ha resultado sencilla por las informaciones fragmentadas e
inexistencia de algunos documentos justificativos, por la diversidad
de monedas utilizadas en el trayecto y por la dificultad de calcular
su contravalor final en reales de vellón a fin de proporcionar una
referencia y no fragmentos difícilmente encajables, así como por
las informaciones confusas que reflejan los documentos originales.
La información relativa al coste está formada por las cantidades
que le fueron entregando a Luigi Papalli representantes del tesoro
de la corona en diferentes ciudades por las que pasó durante ese
largo viaje.
Hemos considerado varios grandes trayectos en virtud de la
entrega de dinero en determinadas ciudades. Esos trayectos son:
Nápoles-Roma; Roma-Florencia; Florencia-Turín; Turín-Lyon;
Lyon-Barcelona; Barcelona-Zaragoza y Zaragoza-Aranjuez.
El sistema utilizado para proveer el dinero necesario para los
cuantiosos gastos que fue necesario afrontar durante el viaje consis-tió
en la entrega de una cantidad en efectivo en Nápoles y otras can-tidades
en determinadas ciudades mediante pagarés, “cambiales”
en los documentos originales, que llevaba el caballerizo Papagalli.
Unos pagarés que fueron emitidos por el negociante Juan Lembo,
para su ejecución en Roma, Florencia, Turín y León (Lyon). Estos
pagarés debían cubrir los gastos desde Nápoles hasta la entrada de
los animales en España. Los gastos no solo eran los derivados de
la alimentación y alojamiento de animales y personas, sino otros
que fueron surgiendo, como la petición de 30 cubiertas de lino para
los caballos para protegerlos de la lluvia que hizo el caballerizo de
campo Luigi Papagalli a su llegada a Barcelona con el grupo de los
caballos.
También hemos podido constatar las dificultades de algunos de
los actores que intervinieron en las operaciones de suministro de
dinero para poder recuperar el efectivo que adelantaron a Papagalli
a cuenta del tesoro para dichos gastos, como el caso del Tesorero del
Giro de Génova, D. Luis Martínez de Beltrán, por el dinero entre-gado
en Florencia y Turín.
A pesar de los informes consultados y los recibos que hemos
podido analizar, firmados por Papagali, no disponemos de todos
los recibos que firmó, aunque afortunadamente se conservan copias
de los que despachó en Roma, Turín y Barcelona. Sabemos que en
Guadalajara estaba previsto que, si lo solicitaba, se le entregaran
los fondos necesarios, pero no tenemos constancia de que final-