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C.L. JOSÉ MIGUEL GÓMEZ ROMERO
>> Nuestros legionarios
MI PRIMER JUEVES SANTO EN MENA
Semana Santa de 2014. Como cristiano y cofrade, para mí,
esta semana es la más importante del año. Ese año, fue el más
emotivo de mi vida. En la escuadra de la Bandera de Cuartel
General estábamos muy ilusionados porque habíamos ganado
el Concurso de Escuadras del año anterior, y nos tocaba hacer la
guardia a nuestro Santísimo Cristo de Mena, nuestro protector.
Por motivos personales, no pude hacerle guardia, pero sí que
pude desfi lar agregado a la Banda de Guerra de la Brigada. Fue
un duro golpe para mí, como congregante y legionario, el poder
hacerle la guardia y portarlo a hombros en el traslado, es un
sueño que no quería dejar de cumplir.
Recuerdo, cuando la mañana del Jueves Santo, al subir a cubierta
del Contramaestre Casado y ver Málaga, empezó a recorrerme
un cierto nerviosismo. Miré alrededor, y me veía rodeado
de pequeñas embarcaciones repletas de gente que nos saludaba
efusivamente mientras íbamos entrando en formación para
llegar al puerto y realizar el desembarco. Rápidamente comenzamos
a tocar, el ambiente se caldeaba.
Sin duda, el momento más emotivo de la mañana fue cuando
llegamos a la plaza de Santo Domingo repleta de gente esperándonos.
Desde mi posición, se escuchaban los zapatazos a paso
lento de nuestras escuadras ya con nuestro protector a hombros desde dentro de la iglesia. Lentamente se iban acercando
a la puerta para empezar el traslado. Intentaba disimuladamente mirar hacia ellos por si podía ver bajo la cruz a mi gente
portándolo. Al cabo Valdés, a los caballeros legionarios Astorga, Sánchez o a Rico y si, allí estaban. Al verlos, no pude evitar
que se me saltaran las lágrimas y emocionarme, yo debería estar con ellos. Sentía envidia sana, pero no tenía tiempo para
distraerme ya que teníamos que tocar el Himno y seguidamente el Novio de la Muerte.
Otro momento emotivo, fue cuando los congregantes nos impusieron la medalla, momento que no olvidaré y menos, las
palabras que nos decían uno a uno. «¿Quieres la medalla de la congregación?», con su «SÍ», rotundo y emocionado, me
acercaron la medalla para besarla y ponérmela en el cuello mientras me decían, «pues respétala y llévala con orgullo y honor».
Pocos minutos después, sonaban los toques de aviso de la campana del trono, nosotros ya, en posición de descanso y, el
cornetín, mandando fi rmes al Himno. El trono lentamente iba dejando a la Madre de la Soledad en el salón de tronos y, seguidamente,
comenzaban las notas del Novio de la Muerte, ahora sí, es momento de rezarle solo como los legionarios sabemos,
a paso lento, mirándolo, y cantándole. Era momento de agradecerle su protección, de acordarnos de nuestros compañeros en
Zona de Operaciones y, de recordar a los que ya no están entre nosotros. Es un momento único.
Ojalá, antes de “licenciarme” pueda portarlo en el traslado y hacerle guardia, para mí sería un sueño y otra manera más de
rezarle y agradecerle todo. Espero que nunca se pierda el trato entre congregantes y La Legión, porque Mena, también es
Legión, y sería bonito ver como esta vinculación cada vez es más estrecha, visitando los legionarios a su Cristo y que los
congregantes nos visiten en nuestra casa, en nuestras compañías.
40 551 · II-2020 La Legión