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LA LEGIÓN ESPAÑOLA EN SU CENTENARIO (1920-2020):
LEMA Y EMBLEMA
Ángel Gómez Moreno, catedrático de Literatura Española
(Universidad Complutense)
Cien años de valor, el valor de cien años. Inspirado anduvo Alfonso
Casero Santiago, cabo 1º de la VII Bandera de La Legión, al componer
este lema, que aparecerá en todas las actividades con que La Legión
celebra su Centenario. En su brevedad (repárese en que ni siquiera
tiene un verbo expreso), sus dos oraciones yuxtapuestas dicen mucho,
pero evocan o sugieren mucho más. Por ese y otros aciertos, su
autor se impuso a los otros 143 participantes en el concurso a la mejor
frase conmemorativa de la citada efeméride. Seguro estoy de que, en
la elección, hubo de resultar decisivo el mensaje subyacente, que estimula
la imaginación y la conduce hacia un rosario de episodios en la
historia de La Legión, al tiempo que la transporta a un futuro que está
por escribir y en el que la imaginación vuela libre.
Aquí, no obstante, quiero destacar su mérito literario, que escapa al
ojo del lector no avezado, ignorante de las posibilidades de un análisis
lingüístico, literario, retórico y, en su forma más comprehensiva, fi lológico.
Escribía Eneas Silvio Piccolomini, quien luego sería papa con el
nombre de Pío II, que habían oído decir a Gian Galeazzo Visconti, duque
de Milán, que los escritos de un intelectual de la talla de Coluccio
Salutati (1331-1406) podían infl igir más heridas en los enemigos que
un ejército de mil caballeros fl orentinos. En ese sentido, la historia destaca entre todos los géneros literarios por la atención
que dedica al mundo de la milicia. Ya Cicerón, en su Orator (‘El orador’), tratado compuesto en 46 a. C., escribe que el historiador
debe abundar en datos relativos a guerras, batallas y, con carácter general, hechos de armas. En las crónicas, por lo
tanto, cabía buscar un modelo de conducta para el buen soldado, siempre dispuesto al sacrifi cio en benefi cio de la comunidad.
No se trata de algo privativo de la escritura en prosa; de hecho, la materia militar es primordial tanto en un poema épico, de
extensión considerable, como en la más lacónica de las formas que adopta el verso: el lema o mote. Los motes se recogen
en colecciones (como el Cancionero General de Hernando del Castillo, de 1511), pero cada uno de ellos tiene vida propia; de
ese modo, los encontramos en los escudos de las ciudades (como el de Cieza, «Por pasar la puente, nos dieron la muerte») y
en el de los nobles (como el «Dios e vos» que don Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, utilizó junto al Ave
María de su linaje, los Mendoza). El mote, en fi n, deviene grito de guerra de ciertas unidades militares (como el «¡Desperta,
ferro!» de los almogávares) o de todo un ejército (como «Santiago y cierra España», que deja una huella literaria profunda).
Como sinónimo de mote, el lema nos adentra por los dominios del verso; sin embargo, el lema puede entenderse también
como sinónimo de eslogan, con lo que ni siquiera necesitamos abandonar el ámbito de la prosa. Las fronteras que puede
haber entre lemas, motes y eslóganes se desdibujan en aquellos casos en que se procura una reacción por parte de su
destinatario. El eslogan unas veces persigue el voto de quien participa en unas elecciones; otras, la adquisición del producto
que se publicita; aquí, en cambio, lo que interesa es insufl ar ardor guerrero en las tropas propias, enardecidas por el grito de
guerra de su capitán.
Todo lo dicho importa; sin embargo, prefi ero que se queden con otro dato que me importa
más para el caso de que me ocupo. Con independencia de que lo relacionemos
con el mote o con el eslogan (una asociación en absoluto rebuscada, ya que literatura
y publicidad comparten mecanismos, como vemos en Kurt Spang, Fundamentos de
Retórica, Pamplona: EUNSA, 1979), el lema ha de ser al mismo tiempo conciso y
enjundioso. Este último adjetivo va a cuenta de la capacidad que el texto literario posee
como ningún otro para cargarse de signifi cados por vía connotativa. En el caso
del lema, el mote y el eslogan, jugar con el sentido de las palabras es inherente a su
poética o técnica compositiva, lo que difi culta su comprensión. Esto es particularmente
cierto en el caso del mote poético, que repele la obviedad.
La agudeza aporta la sustancia primordial a estas composiciones. En pocas palabras
(pues su contenido se ofrece quintaesenciado), se persigue sorprender y hasta confundir
a quien se dispone a descifrarlas. Ese propósito hermana tres géneros poéticos
menores: el mote, la invención o letra de justador y el estribillo octosilábico; en ellos,
no es raro el recurso a la anfi bología (esto es, al doble sentido). Descodifi carlos reporta
un placer sólo comparable al que imaginamos en su autor al componerlos, sobre
todo si atina al cifrar el mensaje y consigue un equilibrio entre forma y sentido. Con
respecto a nuestro lema legionario, hay que decir que no es de los más complejos,
sobre todo cuando lo comparamos con algunos verdaderamente abracadabrantes.
551 · II-2020 77 La Legión