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Pasado, Presente y Futuro <<
Nuestro escritorio de estudio está formada por varias mesas de plástico, típicas de los bares. Damos clase como si fuéramos
una familia, todos juntos. A veces tenemos que cortar la clase porque como os he dicho antes, es un negocio y la gente viene
a comer o a comprar. Algunos días pasamos mucho frío, e incluso la luz no funciona; las clases se hacen fatigosas, pero las
ganas y entusiasmo que ponen puede con todo. Hay días duros, ellos me lo notan y, ¿cuál es mi sorpresa?, esa familia dándome
ánimos. Miro a esos niños que los considero ya mis hermanos pequeños y vuelvo a recargarme de energía. Mi mayor
recompensa a un día agotador es verlos sonreír. Tenemos libros de castellano y ejercicios, cuadernos, material para que los
más pequeños puedan hacer sus tareas, todo lo necesario para llevar a cabo este gran proyecto.
Nuestra zona de juego es la carretera del “check point”, rodeada de concertinas. Justo en frente de casa tenemos un campo
de minas, intento que se diviertan rodeados de esto jugando al fútbol. Cuando la clase acaba, desde el más pequeño hasta
el más mayor ayudan a recoger y juntos, nos dirigimos hacia la puerta para despedirnos, como lo haría cualquier otra familia.
Mi gran sorpresa es cuando paso con nuestro LMV por la puerta de su casa y ahí están, estudiando, la madre y el padre con
sus hijos, todos sentados alrededor de un pobre calefactor. Todos los martes, cuando llego para dar mi clase veo que han
realizado los deberes que les establecí.
Una de las anécdotas que jamás olvidaré en la vida fue el día en el que les regalé unos paquetes de pipas que mi familia me
había enviado junto con unos regalos de Navidad en el que para mi sorpresa, vi que el más pequeño empezó a escribir todo
lo que ponía en aquel paquete.
Me dí cuenta de que estaban aprendiendo y de que, a raíz de un simple paquete de pipas, iba a empezar a recoger los
frutos de mi esfuerzo.
Cuando hablo con vosotros y os cuento mis anécdotas, me siento muy orgulloso de todo lo que estoy haciendo aquí. Estoy
convencido de que cuando llegue a España, una parte de mi corazón legionario, se quedará con ellos, con mi segunda
familia».
Esta carta, la descubrí en un alto mientras informaba por radio de que todo seguía bajo control en la «Blue Line».
551 · II-2020 87 La Legión