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>> Nuestros legionarios
CABO MAYOR ANTONIO LUCENA CONEJO
DE LOBEZNO A LOBO
Todo comenzó un día en una reunión de amigos. Algunos,
en aquellos años, empezábamos a trabajar en la vida civil
después de haber hecho recientemente el servicio militar
obligatorio, en mi caso, llegué al empleo de cabo 1º de reemplazo.
Entre bromas y risas, solté como el que no quiere esta frase:
«¿Por qué no nos alistamos a La Legión?». Se hizo el
silencio... me dijeron que estaba loco y de entre todos los
que estábamos allí, salió un voluntario. Yo ya tenia pensado
desde hace algún tiempo el alistarme a esta gloriosa Unidad,
me gustaba la milicia y en la familia de mi esposa varios
de sus miembros eran ofi ciales de La Legión.
Fui a hacer las pruebas sin decir nada a mi familia, sabia
que a mi madre sobre todo, no le iba a gustar nada la idea.
Cuando regresé de las pruebas y a sabiendas de que había
sido apto para entrar, se lo dije a mi padre, quien me miró
y me dijo: «¡Para ir a dónde vas a ir, tienes que ser muy
fuerte de cabeza, espíritu y alma!», y me dio un abrazo. A mi
madre se lo dije un día antes de entrar al Tercio. Lloró como
una niña pequeña, y le dije: «Mamá, no te preocupes porque
me has enseñado a ser fuerte en esta vida y, si tengo
algún problema, les diré que llamaré a mi mamá», le saqué
una sonrisa y me dio un beso.
Cuando llegué a la puerta del Tercio con mi petate el día
que tenía que presentarme, me recibió un cabo 1º alto, de
tez oscura y con unas gafas de sol muy llamativas, me fi jé
en el parche y tenía escrito «Dabo». Me preguntó: «¿Tú
que hacer aquí niño?». A los pocos días de estar en la UIL
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