Internet y nuevas
tecnologías Ángel Gómez de Ágreda
Coronel del Ejército del Aire
angel@angelgomezdeagreda.es
revista de aeronáutica y astronáutica / mayo 2021
442 internet y nuevas tecnologías
Entre todas las tecnologías,
hace ya años que las principales
potencias mundiales tienen clara
la importancia del liderazgo en el
campo de la inteligencia artificial.
El presidente Putin lo expresó de
manera rotunda hace ya cuatro
años. En lo que podría parecer una
versión digital del «quien domina
la Tierra Corazón (…) domina el
mundo» del famoso geopolítico y
geógrafo Mackinder, el que ha sido
inquilino del Kremlin durante la
práctica totalidad de este siglo dijo
que el dominio por parte de una
potencia de la inteligencia artificial
supondría el dominio mundial.
Su homólogo chino, Xi, lo ha expresado
en términos similares en
numerosas ocasiones. Tanto ellos
como estadounidenses, franceses,
coreanos o ingleses lo han avalado
con billonarias inversiones, tanto
en la tecnología asociada a la inteligencia
artificial como en el talento
para desarrollarla, la infraestructura
para construir sus componentes y
la mentalidad para aplicar las tácticas,
técnicas y procedimientos que
supone la digitalización.
Y es que la inteligencia artificial
es mucho más que una herramienta.
Aplicada a una herramienta,
puede convertirla en un robot; aplicada
a un arma, en un sistema autónomo
letal. Pero, aplicada a los
humanos mismos, puede alterar la
forma en la que percibimos el mundo.
Es decir, puede cambiar la verdad
–nuestra verdad– sin cambiar
la realidad. Y eso sí es dominar el
mundo. Eso es algo que no puede
decirse de ninguna tecnología hasta
ahora; salvo, quizás, hasta cierto
punto, del lenguaje.
Por eso mismo, las inversiones
de los ministerios y departamentos
de Defensa ya no se centran exclusiva
(ni principalmente) en hardware.
¿Para qué alterar la realidad
misma cuando puedes cambiar la
forma en la que la percibimos y la
sentimos?
Y por eso el Army estadounidense
ha asignado a Microsoft un
contrato de, inicialmente, 21 000
millones dólares para el desarrollo
de unos cascos de realidad aumentada
que permitirían al combatiente
mantener conciencia situacional
en todo momento. El soldado en
primera fila recibiría directamente
en su visor información e inteligencia
procedente de la integración
de datos adquiridos por él mismo y
por el resto de los dispositivos disponibles,
desde satélites hasta los
sensores de sus compañeros.
Cada combatiente aporta su visión
parcial del campo de batalla y
recibe la visión integrada de todos
los datos que puedan afectarle. Es