REVISTA EJÉRCITO
N.º 963 EXTRAORDINARIO JUNIO
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Finalmente, enumeramos algunos
ejemplos en los cementerios españoles
de Marruecos, muchos de los
cuales fueron desmantelados. Sus
restos se trasladaron al cementerio
de Melilla, como fue el caso de la ya
citada cruz de Monte Arruit. Por el
contrario, otros cementerios se mantienen
y conservan panteones de militares
vinculados con esta guerra,
sobre todo los de Tetuán, Larache y
Alhucemas.
EL FIN DE LA GUERRA Y LOS
ARTÍFICES DE LA VICTORIA
Hemos señalado la parquedad de representaciones
que conmemoran el
final de la guerra, hecho que es importante
resaltar. Destaca un monumento
que realizó el escultor Vicente
Navarro en memoria del desembarco
de Alhucemas, en el que una victoria
alada arropa a unos soldados en actitud
de avanzar. Al estar situado actualmente
en el Museo del Ejército en
Toledo, le falta ese carácter público
que sí ha caracterizado a otras representaciones.
Finalmente, abordaremos otro grupo
de obras fruto de la iniciativa
para erigir monumentos a los principales
generales de la guerra que
debían ser promovidos en los lugares
de origen de estos militares. Es
el caso de los dedicados a los generales
Leopoldo Saro, José Sanjurjo
y Miguel Primo de Rivera: ninguno
había fallecido en la contienda y se
conmemoraba que habían sido los
artífices de la victoria y la pacificación.
El más sencillo es el que Fructuoso
Orduna realiza en Pamplona en 1929
en honor de José Sanjurjo, carente
de referencias a la guerra de Marruecos
y formado por un busto del
general, que había sido nombrado
marqués del Rif en 1927.
En Úbeda, en 1930, Jacinto Higueras
realiza el monumento a Leopoldo
Saro (nombrado conde de Playa
de Ixdain en 1926); este sí, con
iconografía propia de la guerra de
Toledo: monumento al Desembarco de Alhucemas,
Museo del Ejército,fotografía A. Bravo
Marruecos y una escultura de bronce
de cuerpo completo.
Miguel Primo de Rivera fue homenajeado
en Jerez de la Frontera con
un monumento realizado por Mariano
Benlliure en 1929. Comprende
una escultura ecuestre del general
y dos grupos: uno relativo al
estudio del desembarco de Alhucemas,
con retratos de todos los generales
y almirantes participantes,
y otro denominado fruto de la victoria,
que hace referencia a las consecuencias
beneficiosas del fin de
la guerra, reflejadas en varios marroquíes
que aran la tierra con una
yunta de bueyes.
Podemos decir que la genialidad de
Benlliure planteada en la dualidad de
los dos grupos, en los que describe
que la planificación del desembarco
de Alhucemas significó el fin de
la guerra y propició la pacificación y
la prosperidad posteriores, es realmente
la obra que cierra este ciclo
iconográfico de gran peso en la escultura
pública y funeraria española
del siglo xx.