REVISTA EJÉRCITO
N.º 963 EXTRAORDINARIO JUNIO
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Pronto, los cañones de que dispone
el enemigo empiezan a hacer
un fuego eficaz, seguramente ayudados
por algún prisionero al que
obligan a explicar el manejo de las
piezas. El número de bajas continúa
aumentando y haciendo más
difícil la defensa, añadiendo heridos
a los que venían con la columna,
sin posibilidad de atención médica
eficaz.
Durante la primera noche cesa casi
totalmente el fuego enemigo, pero la
guarnición no puede permitirse mucho
descanso porque, dada la proximidad
de los sitiadores, es posible
que, en cualquier momento, inicien
un ataque.
Durante el segundo día se produce
una baja especialmente sentida, la
del teniente coronel Primo de Rivera,
al que después se le concedería
la Cruz Laureada de San Fernando
por su heroica actuación en la protección
de la retirada de la posición
de Chaif. Un trozo de metralla de
uno de los proyectiles de artillería
le ha alcanzado en un brazo, con tales
destrozos que hace necesaria su
amputación, momento que, al carecerse
de anestesia y realizarse en
vivo, proporciona una vez más ocasión
para apreciar su valor y resistencia
al sufrimiento.
Durante este día todavía puede hacerse
la aguada, si bien a costa
de nuevas bajas que no
son las únicas en esa jornada,
pues el fuego de los
cañones sigue causando
estragos y cualquier exposición a la
vista de los fusiles enemigos representa
un nuevo muerto o herido.
La presencia de aviones y la posibilidad
de enlace por heliógrafo a través
de Zeluán y el Atalayón son las
únicas novedades favorables, pues
el saber que el mando conoce la situación
proporciona esperanzas de
recibir, en algún momento, socorros
de la plaza. En cuanto a los recibidos
del aire, son de poca eficacia por la
falta de precisión en el lanzamiento
de las cargas, de las cuales muchas
caen fuera de la posición.
El enemigo ha organizado un dispositivo
cerca del punto de aguada que
hace imposible realizarla el tercer
día. A partir de este solo se hará esporádicamente
y a costa de muchas
bajas, pese a haberse destacado una
compañía para protegerla.
Sería reiterativo narrar día por día el
resto del asedio, por lo que nos limitaremos
a enumerar algunos factores
que lo hicieron especialmente
duro. Quizá el más importante sea la
imposibilidad de atender convenientemente
a los heridos, con su consiguiente
repercusión en la moral del
resto de los defensores. La dificultad,
y a veces imposibilidad, de hacer la
aguada en el agosto africano, pese
al sensato racionamiento que se organizó
desde el primer momento, es
otro factor que hay que
tener muy en cuenta. El
hambre no llegó a ser
extrema, pues el sacrificio del ganado
y alguno de los suministros recibidos
por aire pudieron paliarla. En
cambio, la falta de noticias de lo que
sucedía en el resto del territorio afectó
seriamente a la moral de la guarnición.
Este factor tuvo algún intervalo
de euforia cuando, por noticias recibidas
también por aire, se supo del
incremento de fuerzas en Melilla y se
dio por hecho que pronto se recibirían
socorros, lo que hizo renacer la
esperanza de liberación.
El 2 de agosto realiza el enemigo un
simulacro de parlamento para establecer
una tregua, aunque en realidad
lo que se produce es una acumulación
masiva de harqueños en
las proximidades del fuerte y un intento
de forzar la entrada al mismo,
que afortunadamente es repelido por
el fuego y proporciona unas horas de
tranquilidad por cese de los disparos
durante el resto del día.
Las siguientes jornadas siguen con
la misma desgraciada rutina, cañoneo,
disparos de fusil certeros a todo
el que asoma mínimamente, dificultades
y bajas en la aguada los días
que puede hacerse, imposibilidad de
atender debidamente a los heridos,
entre los que se encuentra el propio
general, altibajos en la moral cada
vez menos esperanzada ante el retraso
de los ansiados libertadores…
Autorizada desde Melilla la capitulación,
se suceden las conversaciones
los días 8 y 9 de agosto.
Este último día se acuerda
desarmar a las unidades y
Monte Arruit 1918