REVISTA EJÉRCITO
N.º 963 EXTRAORDINARIO JUNIO
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telegramas al alto comisario y al ministro,
al comandante del cañonero
Laya y al general Navarro.
El general Silvestre les da órdenes a
los jefes de cuerpo con respecto a la
evacuación. Esta se convierte en improvisada
y caótica: desorden «sin
que diera tiempo a reunir las unidades,
se les ordena marchar con precipitación
».
Comienza la salida de la columna,
Regulares y Policías salen a proteger
los flancos y se adueñan de las
alturas. Centro: unidades a pie con
los heridos y enfermos. Vanguardia:
comandante Alzugaray con los ingenieros
zapadores. Retaguardia: dos
compañías del Regimiento Ceriñola.
La 2.ª batería ligera es inutilizada.
Se ordena dejar toda la impedimenta;
solamente se podían llevar armas y
municiones, con el fin de que los harqueños
se apoderaran del botín y no
presionaran con sus fuegos a la columna
en retirada. Al salir esta, recibe fuego
de costado de nuestra propia Policía.
En los 4 primeros kilómetros hay mucha
presión enemiga y es donde se
producen la mayoría de las bajas.
En esta retirada se produce la muerte
del General Silvestre. El suboficial del
Ceriñola, Juan García Bernal, apoya
la retaguardia con su sección al mando
del teniente don Pedro Valls de la
Torre (muerto en el combate). Tiene
orden de resistir hasta que salga el
último hombre. Cuando invaden el
campamento el suboficial García Bernal
ve, a unos 1300 metros de la posición
principal, al general. Ve cómo le
ofrecen un caballo y lo rechaza, y esta
declaración coincide con la del cabo
Demetrio García Jiménez.
El teniente médico don Carlos Puig
Quero (Regulares) vio «un turbión de
moros apareció al final de la cuesta,
subían a la carrera, … disparando
sus fusiles, … el general anduvo
unos pasos … le vi vacilar, llevarse
las manos al pecho, luego a la cabeza
y caer de boca».
Parece ser que así es como murió el
general Silvestre.■
Ataques rifeños y retirada española