revista de aeronáutica y astronáutica / abril-mayo 2020
incidente aéreo Air Canada 265
previsiblemente iba a estar bien,
la derecha, para familiarizarme
con la estructura del tren. Tras
comprobar que esta pata no
presentaba ningún daño, me
dispuse a examinar la de morro.
Durante esta inspección tuve
que pedirle al avión, a través del
controlador civil, que cambiase
varias veces de rumbo para
que el sol siempre iluminase la
parte que quería examinar. Una
vez comprobadas las patas que
no presentaban daños, procedí
a la pata izquierda del tren
principal. Me aseguré de verla
desde distintos ángulos, y pude
constatar que el único neumático
que había reventado era el trasero
izquierdo, aunque la rueda en sí
estaba íntegra y las superficies
de vuelo tampoco habían sufrido
un daño apreciable a simple
vista. Toda esta información
fue comunicada directamente
al comandante de la aeronave
civil según iba realizando las
inspecciones. Una vez finalizados
los “chequeos” y tras comprobar
cómo retraía el tren de aterrizaje
sin novedad me despedí de
la tripulación canadiense
deseándoles buena toma.
Ya en tierra, habiendo
dado novedades a mi
coronel, y tras remitirle
las fotografías que tomé
en vuelo, volví a mis
preparativos de la misión
que habíamos retrasado.
Mientras me vestía para la
segunda misión escuché
la noticia de la toma sin
novedad del vuelo de
Air Canada 738 en el
aeropuerto de Adolfo
Suárez.
Esta misión, aunque
mediática, no fue nada
complicada. En síntesis
se trataba de despegar lo
antes posible, interceptar
a un avión cooperativo y
realizar una inspección
visual. No obstante ha
servido para poner en
primer plano el trabajo
callado del Ala 12, ECAO
Madrid y Mando Aéreo de
Combate, un engranaje
bien coordinado cuyo
trabajo, por estar bien
hecho, siempre pasa
desapercibido». n