Volar con mascarilla es necesario para evitar los contagios entre los integrantes de las
tripulaciones, siendo un problema añadido a la hora de las comunicaciones. Hay que elevar la
voz un poco más
revista de aeronáutica y astronáutica / junio 2020
398 un mes en el Ala 48 contra el coronavirus
encomendadas tanto para los
aviones del Grupo de Ala Fija,
misiones VIGMA dentro de
las operaciones Sea Guardian
y Marco y alertas SAR, como
para los helicópteros, alertas
SAR, VIP, más dos aeronaves en
apoyo de la Operación Balmis
para aeroevacuaciones médicas.
Todos los miembros del Ala 48
colaboran día a día en el esfuerzo
común por combatir y vencer a la
COVID-19.
Como dijo el JEMAD en su
mensaje a las Fuerzas Armadas
«nuestros valores son ahora más
necesarios que nunca. Honor,
compañerismo, ejemplaridad,
valor, sentido del deber y espíritu
de sacrificio nos ayudarán
en esta lucha». Lucha en la
que, orgullosos, vemos cómo
compañeros de otras unidades y
de otros Ejércitos plantan cara a
la emergencia con el pundonor
y la responsabilidad inherentes a
nuestra condición de militares.
Sigo constatando que la
gravedad de la situación no
logra superarnos. Todo el mundo
está en su puesto, consciente y
concienciado de la necesidad del
esfuerzo común. Con esa sonrisa
que puedes apreciar debajo de
la máscara cuando hablas con
un compañero, quiero pensar
que con cierto orgullo, que por
la íntima satisfacción del deber
cumplido, mientras esperamos en
la cola para poder acercarnos a la
máquina del café.
Es de resaltar el esfuerzo
que están llevando a cabo los
instructores y los aspirantes a
mecánicos de vuelo, con un
especial empeño en completar su
formación y poder contribuir a las
misiones del ala. Muchas horas en
la unidad y otras muchas en casa,
de estudio y preparación para
superar el plan de instrucción en
unas condiciones muy distintas
a las ideales, pero tarea a la que,
tanto instructores como alumnos,
se han entregado con entusiasmo
y dedicación.
El primer turno se ha
reincorporado y nadie ha
perdido el tiempo. Me comenta
un compañero la de cosas que
hay que hacer confinado en la
habitación del pabellón, «no da
tiempo el confinamiento para
todo». Cuánta modestia, lo que
yo pienso es que frente a una
mente fuerte y una cabeza «bien
amueblada» poco tiene que hacer
el aburrimiento. No hay lugar para
la apatía ni la abulia.
Son muchas las historias de
estos días de confinamiento,
como por desgracia muchos los
pésames y lo siento, que caen
como losas a nuestro alrededor.
Tantos mazazos crueles, injustos,
si es que alguna vez la desgracia
fuera justa, pero todo el mundo
sobreponiéndose, firmes en la
voluntad de seguir adelante, con
nuestra imprescindible moral de
victoria, tan mal comprendida en
otras circunstancias como necesaria
en todo momento.
Pero el segundo turno ya está en
su lucha desde su nuevo puesto
desde el confinamiento. Qué difícil
y no sé si valorado en su justa
medida. La responsabilidad de
quedarse en casa o en el pabellón,
allá donde corresponda. El no
contribuir a la diseminación de
la enfermedad prescindiendo de
nuestro querido contacto personal,
esa proximidad tan nuestra,
pero que hemos sabido aparcar
momentáneamente en aras del
bien común, contribuyendo no
solo a no enfermar, sino también
a que si los demás no enferman
los servicios sanitarios podrán