revista de aeronáutica y astronáutica / junio 2020
460 nuestro museo
en la sala se ha decorado su
entorno con la presencia de dos
maniquíes vestidos de mecánicos
que simulan realizar acciones de
mantenimiento.
El estallido de la Gran Guerra
en 1914 supuso una inflexión
radical en la línea productiva de
Hispano Suiza, hasta entonces
dedicada casi exclusivamente a la
automoción, ya que se entregó a la
fabricación de motores de aviación
ante la importancia que el arma
aérea tomó durante el conflicto.
Entre 1915 y 1918, HS construyó
una serie de excelentes motores
V-8 (de ocho cilindros en V) con
una potencia de entre 140 y 350
CV, muy ligeros (de 195 a 256 kg)
al estar fabricados en aluminio e
igualmente de gran resistencia
(capaces de soportar 50 horas de
funcionamiento ininterrumpido).
Hispano Suiza consiguió que sus
diseños de motores fueran más
compactos, livianos y potentes
que cualquier otro del momento.
Sin duda, estos motores fueron
los mejores del conflicto y
constituyeron un factor decisivo en
la final superioridad de la aviación
aliada (la Triple Entente: Reino
Unido, Francia y el Imperio ruso).
Su gran demanda hizo imposible
que las fábricas de la empresa
pudieran abastecer la enorme
necesidad de motores de aviación
existente en aquel momento,
por lo que tuvieron que vender
licencias a otros fabricantes
(Wolseley, Wright, SCAT, Italia,
Mitsubishi, etc.) de numerosos
países beligerantes (Francia, Reino
Unido, EE. UU., Italia, Japón, Rusia),
pero también neutrales (México o
Noruega).
El compromiso de Hispano Suiza
con la causa aliada fue tal que, tras
el fallecimiento en combate del
as francés de la aviación Georges
Guynemer (1894-1917), la
empresa incorporó a su logotipo la
cigüeña con la que se identificaba
la escuadrilla de cazas comandada
por el piloto, la Escadrille des
Cigognes, la unidad de caza más
exitosa de la aviación francesa
durante la Gran Guerra.
La siguiente pieza importante
que nos encontramos en nuestro
recorrido es el avión De Havilland
DH-4, bombardero ligero,
biplano, biplaza, diseñado por
Geoffrey De Havilland (de aquí la
denominación DH) y construido
por Aircraft Manufacturing Co.
Ltd. Hendon.U.K., más conocida
por Airco, realizando su primer
vuelo en 1916. Se adquirieron 45
unidades que fueron entrando en
servicio durante los años 1920 y
1921 y destinados prácticamente
a todos los aeródromos del
Protectorado: Sania Ramel
(Tetuán), Auamara (Larache) y
Zeluán y Tauima (Melilla).
Biplaza en tándem, montaba
un motor Rolls-Royce Eagle VI de
275 CV o Eagle VII de 322 CV, que
le proporcionaba una velocidad
de 230 km/h a nivel del mar. Su
techo máximo era de 6710 m
y su autonomía de 3 h 45 min.
Como armamento portaba dos
ametralladoras gemelas Darne
en el puesto del observador y 12
bombas de 10 o 12 kg.
Se fabricaron más de 3400
ejemplares, incluidos los
producidos bajo licencia por otros
fabricantes, siendo considerado
como uno de los aviones más
importantes de nuestra historia
aeronáutica. Dejó de volar en
1927, año en el que causaron
baja en el inventario, después de
haber participado en numerosas
misiones en el Protectorado y en
la obtención de tres medallas
Laureadas.
En la noche del 1 de noviembre
de 1922, tres aparatos de este
modelo, De Havilland Rolls DH‑4,
despegaron de Melilla hacia
Dar-Drius con el objetivo de
asistir a los heridos procedentes
de los combates en Tizzy-Azza.
Este vuelo constituyó el primer
vuelo sanitario de la historia de la
aviación, realizándose el traslado
de un equipo médico formado
por el Dr. Nogueras, un ayudante
y una enfermera. De esta dama
enfermera hablaremos más
adelante, ya que junto al Dr. Pajés,
inventor de la anestesia epidural,
tan usada hoy en día, tiene
homenaje especial en el desarrollo
de la exposición de la sala por ser
la primera mujer en participar en
La cigueña característica de la empresa Hispano Suiza una misión de este tipo.