de potenciales contendientes y
accesible a la explotación por
parte de cualquier actor.
DRONES, EL PRINCIPIO DEL FIN
La utilización de drones por
parte de fuerzas militares no es un
fenómeno nuevo; estos artefactos
vienen utilizándose desde hace
más de 50 años. La situación
actual es radicalmente distinta, ya
que los avances tecnológicos, su
flexibilidad o su reducido precio
en comparación con aeronaves
tripuladas han propiciado un
crecimiento exponencial de estas
aeronaves. Según el Center for
the Study of the Drone, el número
estimado drones militares en la
actualidad se cifra entre 21 000 y
30 000 unidades, cifras que crecen
año tras año. Es de reseñar que
el número de países que poseen
drones militares ha pasado de
60 en el año 2010 a 95 en el año
2019.
Ante esta situación cabría pensar
que los ejércitos han actualizado
sus arsenales para adaptarse a
este desequilibrio en el número
de actores, pero la realidad es
bien distinta. Si se analiza la
disponibilidad en un gran número
de países de nuestro entorno de
sistemas de armas encargados
de ejercer el control del dominio
Dáesh, el artífice del fin de la supremacía aérea 433
aéreo, su cantidad permanece
prácticamente estable. Esto es
debido fundamentalmente a
que la amenaza tradicional sigue
estando presente y no debe
descartarse; por otro lado muchos
de los sistemas de armas no están
preparados para esta amenaza y
los nuevos desarrollos están en
un estado de madurez inicial o
que los Estados no pueden hacer
frente económicamente a nuevas y
costosas adquisiciones.
Tomando como ejemplo a la
Fuerza Aérea francesa (Armée de
L´Air), actualmente cuenta con
más de 700 aeronaves tripuladas
en su inventario 5. Sus Fuerzas
Armadas (FAS) están en proceso
de adquisición para el presente
año de 264 drones clase I y 11
drones clase III, que
se
unen a los más
de 300 drones de distintas
clases que ya dispone en sus
filas 6. Es decir, en un breve
espacio de tiempo y continuando
sus planes de adquisiciones,
las FAS francesas duplicarán
el número de aeronaves en su
inventario, superando el número
de aeronaves no tripuladas a
las tripuladas, proceso similar
al que se está produciendo en
multitud de países de nuestro
entorno. Por lo tanto, ¿podemos
seguir hablando de supremacía
aérea con cerca de 30 000 nuevos
actores aéreos, con ejércitos
que duplican el número de
aeronaves en sus arsenales y
con medios para hacerle frente
ligeramente superiores a los que
había antes de esta irrupción?
Algunos de ustedes pensarán
que sigue siendo posible, ya que
la amenaza que supone un dron
depende de su categoría y de su
capacidad. Pero hay que tener
en cuenta que el control del aire
es independiente de la misión o
capacidad del artefacto hostil que
opera en el mismo, misión que en
muchos casos se desconocerá.
PROGRAMA DE DRONES DEL
DÁESH, EL FIN DE LA SUPREMACÍA
AÉREA
En el apartado anterior hemos
identificado cómo los drones
militares están afectando a la
acción de la supremacía aérea,
es decir, al dominio absoluto del
aire. La organización terrorista
Dáesh ha utilizado drones en sus
acciones de combate de manera
profusa en Siria e Iraq.
Pero,
¿qué tiene de
especial esta organización
que difiera de otros grupos
terroristas que utilizan drones
como Hezbolá o Hamás? Tanto
Hezbolá como Hamás han utilizado
drones de tipología militar bajo
el patrocinio de Estados como la
República Islámica de Irán. Dáesh
desarrolló su propio programa
de drones, utilizando de manera
revolucionaria tecnología civil para
fines de combate. Este programa
ha supuesto un verdadero
paradigma para la defensa aérea.
El Dáesh fue capaz de crear
una infraestructura completa
con centros de modificación
y mantenimiento, talleres de
armado, almacenamiento y
distribución, así como centros
de entrenamiento, todo ello
bajo una cadena logística
que aseguraba el suministro a
lugares tan distantes como la
ciudad de Al Raqa. Para ello, se
servía de las posibilidades del
mercado global, con plataformas
de suministro civiles, software
Dron MQ-9 Reaper. (Imagen:www.af.mil)
revista de aeronáutica y astronáutica / junio 2020