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y formar alianzas entre los pueblos
de la región.
Simultáneamente, el metelinense se
aseguró los territorios que rodeaban
la capital antes de intentar el asalto a
la misma, precaución elemental del
arte de la guerra que encontramos,
entre otros episodios, 400 años antes
durante los prolegómenos de la
reconquista de Zaragoza. Allí, Alfonso
I de Aragón fue controlando las
comarcas alrededor de su objetivo:
en 1105 se tomaron Ejea y Tauste
al oeste, se alcanzó el Castellar por
el norte y, para cortar la comunicación
de la ciudad hacia el Levante5,
se ocupó la región del Maestrazgo,
Sierra de Gúdar y Alcalá de la Selva
en 1117, hasta que tras un duro
asedio cayó Zaragoza en diciembre
de 1118.
Asedio, asalto y toma de
Tenochtitlán
Para lograr el objetivo estratégico final
de hacerse con la urbe y con la
persona del emperador se decidió
emprender tres líneas de operaciones:
bloquear la ciudad, rendirla por
hambre y sed y, en su defecto, intentar
tomarla al asalto.
En primer lugar, se controlaron las
poblaciones circundantes, se cerraron
los accesos a la plaza y se cortó
el acueducto que aprovisionaba de
agua a sus habitantes.
La práctica de impedir el abastecimiento
de agua tras sitiar una ciudad
para rendirla por sed data de tiempo
inmemorial, y sabemos que la empleó
Publio Cornelio Escipión Emiliano
en el asedio de Numancia, en el
134 a. C. Lo mismo hizo El Gran Capitán
en julio de 1496, en Italia, tras
poner cerco a Atella, ciudadela considerada
inexpugnable, cuando se
apoderó de unos molinos que proveían
de agua y harina a la guarnición,
que se rindió un mes después.
Retornando al asedio que nos ocupa,
se construyeron 13 bergantines
cuya acción por la laguna que rodeaba
la capital, junto a la de fuerzas
indígenas en canoa, se combinaría
con el avance por las calzadas hacia
el objetivo.
El ataque se inició el 30 de mayo y,
tras cerca de tres meses de dura resistencia
de los 60 000 guerreros aztecas,
se pudo progresar a partir del
1 de agosto, hasta que el destacamento
de Pedro de Alvarado alcanzó
el Templo Mayor, al que prendió
fuego. Cuauhtémoc fue hecho prisionero
y cesó la lucha, con lo que,
el 13 de agosto de 1521, después de
dos meses y medio de combatir sin
pausa, cayó la ciudad, tras lo que se
consolidó la conquista del territorio
que sería desde entonces y durante
más de 300 años conocido como el
virreinato de Nueva España, con la
capital en Ciudad de México.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Vemos en definitiva cómo el metelinense
fue capaz de llevar a cabo la
extraordinaria hazaña de someter
con un puñado de hombres y en el
plazo de tres años un imperio inmenso,
en extensión y en población, pese
a no contar con ningún tipo de ayuda
de la Corona en forma de tropas o
material de guerra.
En el plano táctico, el conquistador
explotó su ventaja tecnológica imponiendo
sobre la masa enemiga la
superioridad de sus armas y de sus
procedimientos de combate, equilibrando
con ayuda de sus aliados
indígenas su gran inferioridad numérica.
Como líder, supo además negociar
en situaciones difíciles, tanto
frente a los aborígenes como con sus
compatriotas, y reaccionó ante los
imprevistos hasta conseguir mantener
unido su contingente, pese a las
numerosas situaciones difíciles que
atravesó.
Estratégicamente eligió y consiguió
el extremeño dos objetivos principales:
hacerse con la persona del emperador
y con la sede de su corte,
mientras que en el aspecto político
obtuvo la alianza de varios pueblos
indígenas.
Finalmente, consideramos que, pese
a todas las ventajas cualitativas presentadas,
el impresionante éxito obtenido
no hubiera sido posible sin la
perseverancia y la fe en la victoria final
de los españoles, magistralmente
dirigidos por Cortés.
NOTAS
1. Céspedes del Castillo, G.: América
Hispánica (1492-1898). Historia
de España dirigida por Tuñón
de Lara, p. 79. Labor, Barcelona;
1983.
2. Tamames, R.: «Diálogos sobre
Hernán Cortés» 1519/2019. Blog
en República.com. 23/10/2019.
3. No abundan en la historia casos de
civiles que se revelasen como excelentes
militares. Años después,
son dignos de mencionar «El Cura
Merino», dirigente guerrillero durante
la guerra de la Independencia,
y más tarde Ramón Cabrera,
destacado mando en el bando carlista
durante las guerras civiles españolas
del siglo xix.
4. Villaseñor, J.A.: Theatro Americano.
Descripción general de los
reinos y provincias de la Nueva España
y sus jurisdicciones. Bernardo
de Hogal, Madrid; 1746.
5. Corral, J.L.: «La reconquista del
Valle del Ebro». Militaria, n.º 998,
p. 58, UCM, Madrid.
BIBLIOGRAFÍA
- díaz del castillo, B.: Verdadera
historia de los sucesos de la conquista
de la Nueva-España. Madrid;
1862.
- Cartas y relaciones de Hernán Cortés
al Emperador Carlos V. Edición
de Pascual de Gayangos. Chaix,
París; 1866.
- céspedes del castillo, G.: América
Hispánica (1492-1898). Historia
de España dirigida por Tuñón de
Lara. Labor, Barcelona; 1983.
- elliott, J.H.: España Imperial
(1469-1716). Penguin, Londres;
1963.
- elliott, J.H.: Imperios del Mundo
Atlántico. Gran Bretaña y España
en América. 1492-1830. Yale University
Press, Nueva York; 2006.
- lópez de gómara, F.: Historia General
de las Indias. Zaragoza; 1552.
- mira caballos, E.: Hernán Cortés.
El final de una leyenda. Palacio de
los Barrantes Cervantes, Badajoz;
2010.
- thomas, H.: Rivers of Gold. Random
House, Nueva York; 2013.
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reinos y provincias de la Nueva España
y sus jurisdicciones. Bernardo
de Hogal, Madrid; 1746.■