Tropas españolas junto a sus aliados en las jornadas previas a la batalla de Otumba
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Los aztecas vestían pieles de animales
y rodela, o ichcahuipilli, un chaleco
acolchado de algodón que era muy
eficaz contra las armas. Para el combate
individual empuñaban macanas
(porras) y macuahuitl, espadas de
madera con filos de obsidiana6. Otros
portaban chuzos con punta de obsidiana,
que tras la Noche Triste alargaron
con las espadas capturadas. Las
hondas aztecas eran de una eficacia
temible, como sufrió Cortes, y los arcos
de 1,50 eran, según Bernal, muy
buenos.
El nuevo emperador Cuitláhuac había
elegido los llanos de Otumba para
acabar con la fuerza aliada de tlaxcaltecas
y españoles y, visto cómo se
desarrolló el combate, es razonable
conjeturar que su objetivo era capturar
vivos al máximo de españoles, no
solo para los sacrificios rituales, sino
probablemente para aprender las técnicas
que tal superioridad daban a los
castellanos.
Ahora bien, arrancar prisioneros al
cuadro aliado obligaba a mantener
continuamente en contacto el máximo
de combatientes selectos, lo que
a su vez exigía un meditado plan de relevos
de filas y de unidades.
Los aztecas y sus vasallos desplegaron
en silencio, rodeando el cuadro de
españoles y aliados, presumiblemente
a unos 300 metros, fuera del alcance
eficaz de las ballestas españolas.
Es de suponer, aunque las fuentes no
lo mencionan, que antes de cerrar lanzaran
una intensísima preparación de
glandes, dardos y flechas contra la reducida,
inmóvil y compacta formación
de Cortés.
Como la formación azteca no era
idónea para el tiro lejano con hondas,
arcos ni lanzadardos, que requieren
espacio libre y sin obstáculos,
puede conjeturarse que los
tiradores aztecas se adelantaran a
disparar salvas antes de que cada
formación azteca cerrase sobre el
cuadro aliado. Es de suponer que se
alternaran salvas de proyectiles con
choques frontales.
CORTÉS Y SUS ALIADOS: UN
PUÑADO CON CABALLOS
Al ataque azteca se le enfrentaban
unos 600 tlaxcaltecas y cempoaltecas,
y 440 españoles con algo menos
de 20 caballos, pues Cortés, y en especial
los aliados indios, habían sufrido
bajas durante la retirada7. Los
españoles estaban fuertemente motivados
y cohesionados, pero su moral
estaba erosionada por el hambre,
las heridas, los sufrimientos y, más
aún, por el formidable espectáculo
del ejército azteca.
Los españoles se protegían la cabeza
con yelmos de acero o celadas
y el torso con coselete; los menos
vestían armadura completa, que era