69
en un silencio relativo, pues tenían
caballos y perros.
Pronto los atacaron los aztecas. Como
el apoyo mutuo era imposible, los jinetes
siguieron adelante mientras que los
infantes trataban de abrirse paso en
grupos de 30 o 40. Fue una catástrofe:
en la sexta cortadura aún quedaba una
viga del puente, que se quebró al pisarla,
y la cortadura se llenó de ahogados,
tlaxcaltecas, sirvientas y españoles
mientras que los fugitivos pasaban sobre
sus cadáveres3. Los sobrevivientes
supieron más tarde que el grueso y la
retaguardia habían perecido en la calzada
o habían sido capturados para el
sacrificio. Al alba del 1 de julio, Cortés
pasó revista y faltaban 800 españoles
y 1300 tlaxcaltecas.
El hambre los torturaba. Un español
se comió el hígado de un compañero
muerto y Cortés lo condenó a muerte,
aunque se dejó convencer para
perdonarle la vida. Otro capitán dejó
manco de un lanzazo a un soldado que
salió de la formación a coger cerezas.
La marcha era cada vez más lenta,
apenas dos leguas diarias, unos 11
kilómetros. Algún español llevaba a
cuestas un herido.
Seis días después tuvieron un nuevo
y peligroso encuentro en el que murió
un caballo y Cortés fue gravemente
herido de un hondazo en la cabeza.
A la mañana siguiente, el día 7 de julio,
iban ilusionados con salir pronto
de territorio azteca, pero apenas llevaban
dos horas de marcha por los
verdes llanos de Otumba cuando vieron
todo a su alrededor cubierto de
enemigos, mientras otra masa ingente
se acercaba por detrás. «Quedaron
como muertos creyendo que había
llegado su fin»4.
EL EJÉRCITO AZTECA, UNA
MULTITUD EN ARMAS
Cervantes de Salazar, primer rector
de la Universidad de México,
escribía en 1550: «Más de 200 000
se vinieron a juntar con los de
Otumba en unos campos muy llanos
que allí hay. ... Venían lo mejor
armados que podían, con muchos
víveres y rica indumentaria. La multitud
llegaba por uno y otro lado a
las faldas de ambas sierras y al extenderse
por los campos, como andan
vestidos de blanco, parecía que
había nevado. Todos estaban pendientes
del estandarte de su general.
Venían en formación, repartidos
por unidades, cada una con su bandera,
caracolas y otros instrumentos
bélicos ... en silencio hasta situarse
en el llano»5.
La moral mexica estaba sobreexcitada
por la furia y los deseos de
venganza, pero faltaban escalones
intermedios, los guerreros distinguidos
caídos en las matanzas de
las últimas semanas; en el momento
crucial no habría jefes resueltos que
sostuvieran la moral y asumieran el
mando.