«Los Cuerpos
Comunes permiten
tener una
perspectiva global
de las Fuerzas
Armadas»
me hubiera importado pertenecer a las
Armas, porque me gusta mucho todo
lo militar.
—¿Cómo ha armonizado la vida
personal con la profesional?
—Por las particularidades de nuestro
trabajo, la profesión militar es más difícil
de conciliar que otras. Se realizan guardias,
servicios, ejercicios, operaciones en
el exterior... Esto hace que, en ocasiones,
termine interfiriendo en nuestras vidas,
a pesar de las mejoras introducidas en
los últimos años, entre ellas la ampliación
del permiso de paternidad, y de posibilidades
como la agrupación familiar.
No tengo hijos y no he vivido en primera
persona las dificultades que puede suponer
incorporar este hecho a mi vida
profesional; de otra manera me hubiera
resultado más complicado llevar a cabo
los cambios de unidades, los cursos y las
misiones internacionales.
—¿Qué recuerdos tiene de Neo
Kabul, la operación de evacuación de
Afganistán?
—Fue de hoy para mañana. Recibí
una llamada el 16 de agosto, cuando estaba
destinada en el 803 Escuadrón de
búsqueda y salvamento, del Ala 48. Se
necesitaban médicos y enfermeros para
formar células que acompañaran a los
afganos, de Kabul a Dubái y de Dubái
a Madrid. Me preguntaron si quería ir
como voluntaria y no me lo pensé. Al
día siguiente salí desde Zaragoza, en
dirección a Dubái, y cuando llegué allí
la otra célula de médico y enfermero ya
había entrado en Kabul, y había vuelto
con refugiados. Con ellos viajé de Dubái
a Madrid. Durante diez días seguidos,
que a todos nos parecieron como
mínimo un mes por su intensidad, volé
junto a mis compañeros cada noche,
para transportar en cada trayecto al
mayor número posible de refugiados.
Fueron muchas horas de volar y de estar
despiertos esperando que nos dijeran
si salíamos o no. Una experiencia
personal y profesional muy grande, de
las mejores que he tenido.
—¿Cómo se desarrolló la relación
con los ciudadanos afganos?
—Muy cercana, porque deseaban
contarnos su vida y las circunstancias
que les habían llevado hasta allí. El
primer vuelo fue muy distinto de los
siguientes porque en él la gente iba sin
nada, ni siquiera llevaban una mochila.
Veía que esa situación era muy dura
para ellos. Yo pensaba en mi familia y
me parecía imposible que, si alguna vez
nos ocurría algo parecido, tuviéramos la
templanza que tenían ellos al montarse
en el avión con sus hijos.
—¿Qué fue lo que más le llamó la
atención?
—La entereza de los niños, que
quizás nunca habían visto un avión de
cerca y se habían subido a él, sentados
en el suelo en algunos casos para que
cupiera el mayor número de personas.
No se derrumbaron en ningún momento
e iban con esperanza.
Febrero 2022 Revista Española de Defensa 17