para hacerles frente. Este documento
de naturaleza política
ha ido cambiando de enfoque
a lo largo de estas últimas décadas
para desarrollar nuevas
iniciativas en virtud de las exigencias
detectadas, respetando
los propósitos y principios
de la Carta de las Naciones
Unidas como recoge el Tratado
de Washington y el lema que
rezuma su filosofía: Animus in
Consulendo Liber, un espíritu
libre para decidir.
El Concepto Estratégico
de Lisboa, denominado Active
Engagement-Modern Defence
oficialmente, amplió las tareas
de la Alianza más allá de la defensa
colectiva —representada
en su artículo 5— para incluir
la gestión de crisis en todo el
espectro del conflicto y la seguridad
cooperativa, a través
de nuevas asociaciones con
«países relevantes y otras organizaciones
internacionales».
Entonces, se percibía que el
área euroatlántica era más pacífica
y presentaba un nivel bajo de amenaza convencional tradicional.
Al mismo tiempo, el Concepto de Lisboa amplió el escenario
de actuación de la OTAN para defender y disuadir ante cualquier
amenaza a la seguridad de sus poblaciones, incluso a distancias
estratégicas, como ha representado la misión aliada en Afganistán
durante los últimos veinte años.
Hoy, el escenario se diferencia mucho al de la década pasada.
La anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia en 2014 y la
emergencia del autoproclamado Estado Islámico en Oriente Medio
tuvieron un impacto claro en la estrategia de la OTAN. Por un lado,
el retorno a nuevas medidas de disuasión y defensa con presencias
avanzadas en territorio aliado y, por otro, la contribución de la Alianza
a la lucha contra el terrorismo, apoyando primero e integrándose
después en la Coalición global contra el Daesh, liderada por Estados
Unidos.
Ahora bien, aunque la Alianza no reconoce en el Concepto Estratégico
de Lisboa a ningún país como adversario (párr. 16), lo cierto
es que han aumentado las tensiones e inquietudes entre los aliados
debido a las tendencias revisionistas de Rusia, al auge geoestratégico
y económico de China y a las relaciones militares entre ambas. La
actual crisis en y alrededor de Ucrania y otros factores relacionados
con el régimen de control de armamentos, la modernización del arsenal
convencional y nuclear con
nuevos sistemas de misiles hipersónicos,
el interés de ambas
potencias por el ciberespacio y
el desarrollo de sus carreras espaciales
así lo avalan.
En este contexto, actuaciones
de agentes hostiles de
difícil atribución, ya sean de
origen estatal o no estatal, en la
denominada «zona gris», sin necesidad
de cruzar el umbral de
una agresión armada, generan
incertidumbre y confusión en
el país afectado, tanto en sus
instituciones como en su población.
Por ello, a los tradicionales
espacios físicos —terrestre,
marítimo y aéreo— ha surgido
la necesidad de prestar una mayor
atención a nuevos dominios
operacionales, como el ciberespacio,
el espacio ultraterrestre y
el espacio marítimo. Son bienes
públicos globales (global commons
) que influyen de manera
directa en la seguridad y bienestar
de los ciudadanos. Además,
el ámbito cognitivo también está
OTAN
adquiriendo mayor protagonismo, especialmente cuando se trata de
influir maliciosamente en la percepción de la realidad de las sociedades
mediante la desinformación o la manipulación; de ahí la importancia
de la comunicación estratégica para comprender y modelar el
entorno de la información.
Este escenario viene acompañado por una revolución tecnológica
como consecuencia del desarrollo de la inteligencia artificial, el
internet de las cosas y el empleo de tecnologías disruptivas y emergentes,
además de un deterioro del régimen de no proliferación y
desarme, y la persistencia de conflictos armados e inestabilidad en
áreas regionales de especial interés para España, como Oriente Medio,
el Mediterráneo y el Sahel. Además, persisten otros desafíos de
carácter transnacional, como el terrorismo, el tráfico ilegal de armas
cortas y ligeras, la ciberseguridad, la seguridad marítima y energética,
las migraciones irregulares masivas, el tráfico de seres humanos,
el narcotráfico, el blanqueo de capitales, los efectos del cambio climático
y, en los dos últimos años, una crisis sanitaria global provocada
por la pandemia del coronavirus, que sigue manifestando su
impacto a nivel político, económico y social.
A la luz de esta importante evolución, los líderes de la OTAN,
reunidos en Londres en diciembre de 2019, convinieron iniciar un
proceso de reflexión en el seno de la Alianza para adaptar sus roles
Febrero 2022 Revista Española de Defensa 53