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—¿Le impresionó especialmente
alguna historia personal?
—La de una mujer que viajaba con
dos de sus tres hijos, ya que el menor
había muerto en los tumultos que se
produjeron en la entrada del aeropuerto
de Kabul. Me pregunto cuál sería el
grado de estrés de esta madre para dejar
a un lado esa tragedia y seguir adelante,
tratando de salir de su país.
—¿Tiene algún pesar por
las personas que se quedaron
en tierra?
—Todos tenemos ese sentimiento.
Para poder amortiguarlo
pienso que hemos podido
rescatar a personas que ahora
disfrutan de una oportunidad.
Me acuerdo, sobre todo, de las
mujeres, cuyo destino en Afganistán
era totalmente diferente
del que van a tener en España,
o en cualquiera de los otros países
de acogida: una nueva vida,
la posibilidad de seguir estudiando
y de tener un trabajo...
No podemos venirnos abajo
con ese sentimiento de no haber
podido hacer más. No hemos
hecho más, pero sí todo lo que
nos ha dado tiempo a hacer.
—¿Hubiera deseado otro
final para los veinte años de
misión?
—Por supuesto. Estuve en
Afganistán con el Ejército de
Tierra, entre octubre de 2011 y
enero de 2012, como miembro
de una célula de estabilización,
y en la operación Neo Kabul veía
de ellos una cara diferente, porque los
estábamos trayendo a España en unas
circunstancias de urgencia. No era lo
que esperábamos cuando estábamos
cumpliendo la misión... A todos nos
hubiera gustado que hubiera salido
adelante la idea de cambio político y
social, pero creo que se necesitaban
muchísimos más años para que eso
ocurriera. Espero que en el futuro mejore
la situación de la población.
—Ha participado en otras misiones
internacionales. ¿Cómo ha sido su experiencia?
—He formado parte de dos contingentes
del Ejército de Tierra en
Líbano, y con el Ejército del Aire he
intervenido en las operaciones Sophia,
en Sicilia, y Atalanta, en Yibuti. Tengo
ya puesto el punto de mira en otra: al
llegar a las FAMET presenté una solicitud
para desplazarme este verano
a Irak. En las misiones en el exterior
es donde más realizada me siento. Me
gusta hacer mi labor de enfermera en
lugares en muchas ocasiones remotos,
y ayudar a compañeros que están lejos
de sus familias, prestándoles apoyo sanitario
e incluso personal.
—Tiene formación en medicina de
montaña, enfermería en vuelo y en
ambiente hiperbárico, soporte vital
avanzado en combate, supervivencia
en desastres y emergencias... Son
áreas muy dinámicas.
—Lo soy en mi vida. Soy una apasionada
de la montaña y el deporte, y
qué mejor lugar que las Fuerzas Armadas
para seguir practicando ambas actividades.
Me gusta bucear, por lo que
en cuanto pude hice la especialidad de
enfermería en ambiente hiperbárico; el
vuelo, e hice esa especialidad; la montaña,
y por eso en la UME obtuve el
diploma internacional y formé parte del
equipo de montaña como enfermera...
Elijo todo lo que pueda enriquecerme.
—¿La enfermería en vuelo es más
difícil que en tierra?
—Sí, quizás se deba al ambiente
hostil en el que se desenvuelve.
En tierra se puede parar
una ambulancia para atender
mejor al paciente, lo que no ocurre
en vuelo, con las diferencias
añadidas de altitud, que se notan
también a nivel fisiológico. Además,
se actúa en circunstancias
de falta de espacio, que afecta
incluso al volumen del material
que se lleva para trabajar. El
paciente tiene muchas posibilidades
de empeorar por el vuelo,
pero personalmente me atrae
esta especialidad. De hecho, he
elegido las FAMET porque aquí
puedo unir el aire con la tierra,
que son dos ejércitos en los que
me siento muy a gusto.
—¿Cuál es su trabajo en las
FAMET?
—Participo en todas las labores
propias de sanidad: seguimiento
de la salud de los
componentes de la unidad, reconocimientos
médicos previos al
despliegue en zonas de operaciones,
acompañamiento en ejercicios
y prácticas de tiro fuera de
la base... También estamos vacunando
contra el coronavirus, tanto en la unidad
como en localidades de Castilla-La
Mancha a las que nos desplazamos periódicamente,
poniéndonos a disposición
del personal civil sanitario. Este
contacto con los ciudadanos me parece
muy importante. Por desgracia ha
ocurrido esta pandemia, pero se debe
aprovechar para que surjan ideas a través
de las cuales la enfermería militar
pueda apoyar a la sociedad en otras
circunstancias.
Santiago Fernández del Vado
Fotos: Pepe Díaz
18 Revista Española de Defensa Febrero 2022